"El norte de Inglaterra fue azotado por una gran tormenta anoche. Según los testigos el cielo se llenó de nubes y en apenas unos minutos cayeron cientos de litros provocando graves inundaciones. Hasta ahora, hay cuatro desaparecidos y dos fallecidos, pero aún no se ha podido levantar todos los escombros.Los científicos no son capaces de explicar los hechos ya a que no se preveía ninguna borrasca, pues el calor iba a durar unas semanas más ..."
La voz masculina de la radio sonaba en cada rincón de la parte baja de la casa. Robert Nott había sintonizado una cadena muggle para averiguar la gravedad de la tormenta provocada por su hijo que sacudió por la noche Inglaterra y así saber si corrían peligro, pero la mañana había amanecido sin carta alguna del Ministerio de Magia y todos los muggles creían que el mal tiempo se había adelantado, pillándoles por sorpresa y sin estar preparados.
Tarde o temprano el padre no podría esconder más el secreto de su hijo. Aunque en el ministerio lo conocían siempre tenía que ser cauto y esperaba que para ese día tuviera preparada las protecciones necesarias y el pequeño supiera controlarlo.
Subió hasta el despacho y comenzó a escribir varias cartas avisando a sus amigos cercanos que su esposa había fallecido, pero sin entrar en detalles. No quería dar más información de la necesaria para no tener que contestar preguntas.
Tras haber mandado las lechuzas caminó a la habitación de su hijo. Con cuidado, abrió la puerta despacio y observó como dormía tranquilo. Había sido una noche larga y fatídica.
Aún no se explicaba como el pequeño se despertó y bajó hasta el salón, presenciando así la muerte de su madre. Aquel hecho provocó que Theodore volviera a descargar toda su magia mediante la Climomagia, provocando una gran tormenta que inició en el norte de Inglaterra y terminó descargando en todo el país.
Tras acostar y calmar a su hijo se apareció en el ministerio de magia mediante la red flu. Contó lo sucedido, desde la muerte hasta la tormenta misteriosa. Pidió ayuda, pero nadie podía parar aquella energía, solo el pequeño o alguien con el mismo don y no se conocía a nadie más. Simplemente podían dejar que se tranquilizara y harían todo lo posible para que sufrieran el menor número de muggles posible.
Robert, enfadado por la poca ayuda volvió a su casa con varios magos para levantar el cuerpo de su mujer e introducirlo en un ataúd de madera de roble. Esperó en el salón hasta que el ataúd estuvo listo.
-Lo siento mucho, señor Nott.
Le dijo uno de los magos, pero Robert le respondió con una mirada fría. No quería este tipo de palabras en personas que no le importaba lo que había pasado y que ni si quiera podían ayudar a su hijo.
Sentado en una silla se quedó casi toda la noche frente del ataúd, aguantando las lágrimas y esperando que la noche pasara.
La radio seguía sonando, esta vez para hablar de otro tipo de noticias. Robert dejó los pensamientos a un lado. No se había atrevido a despertar a su hijo ya que dudaba que el pequeño hubiera descansado y no era necesario que se levantara de la cama aún. Además de que provocar ese tipo de magia le debilitaba emocionalmente.
Volvió a bajar y caminó hasta la cocina, los elfos domésticos estaban preparando comida para picotear entre los asistentes, no podían evitar sollozar pues la ama era querida por todos.
-Vosotros, malditos seres inmundos, no deberíais llorar. No os lo merecéis.
La voz sonaba rota pero dura. No le importaba si podía dañarles. Ya no le importaba nada.
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Theodore Nott
Adventure"No se sabe cuánto tiempo había pasado desde que dijo lo último hasta que pareció que iba a volver hablar. Theodore, desesperado, ya se iba a marchar pero el carraspeo proveniente de la celda hizo que alzará la vista de nuevo. -Una gran mentira...