Capítulo 1: el ataque a la aldea

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Aranea Highwind observaba todas las luces que sobrevolaban aquella noche. Era una festividad en su aldea, y ella sólo una niña. Los fuegos artificiales dibujaban todo tipo de figuras geométricas de cotodos los colores. Los ojos grises de Aranea estaban expectantes.
ARANEA: ¡Son preciosas!
PADRE: ¿Verdad que sí? (Sonrió).
ARANEA: ¡Yo de mayor quiero ser fuegoartificialista!
PADRE: Se dice pirotécnica.
ARANEA: ¡Pues eso, pirotiquénica!
Su padre soltó una sorda carcajada. Fueron a observar los fuegos antes de la medianoche, ya que a la mañana siguiente Aranea tenía colegio.
PADRE: ¿Sabes, hija? La gente que se dedica a esto de la pirotecnia es gente muy valiente y que estudia mucho. No es fácil dominar los fuegos artificiales.
ARANEA: ¡HUALA! ¡Pues yo seré una chica muy valiente!
PADRE: Seguro que lo serás (Le pasó le mano por la cabeza, acariciándola).
Se dibujó una rosa morada y dorada en el cielo. De repente, una esfera de fuego impactó en ella, destrozando la figura.
ARANEA: ¿Qué fue eso?
ALGUIEN: ¡CADENTES!
La gente comenzó a chillar y a correr por todas partes.
PADRE: ¡Vámonos, hija!
ARANEA: Pero papá, ¿qué pasa?
PADRE: ¡He dicho que nos vamos!
Aranea comenzó a llorar de miedo. Su padre la agarró de la mano, y comenzaron a correr calle abajo. Se oían varios rugidos amenazadores en el aire. Varios monstruos alados cruzaban el cielo, disparando fuego por donde sus vistas alcanzasen. La calle se apelotonaba de todos los aldeanos que no dejaban de correr y cerrar espacio. El padre cogió a Aranea y se la colocó sobre sus hombros, para no perderla ni que nadie la empujase.
PADRE: Ya queda poco... ya queda poco...

Larya Blackfire se colocaba su armadura. Sujetó su lanza con fuerza, y se dirigió hacia las tropas.
LARYA: ¿Qué sucede?
SOLDADO 1: Varios cadentes voladores de nivel C. Elemento Piro. Sobrevuelan la aldea.
LARYA: ¿Y la gente?
SOLDADO 1: Estamos evacuándolos a la iglesia. Es el sitio más seguro de la aldea.
LARYA: Bien hecho. Bueno, vamos a cargarnos unos cuantos cadentes, ¿no os parece?
SOLDADOS: ¡SÍ, SEÑORA!
Se dispusieron al ataque. Montaron en los vehículos y fueron saliendo de sus bases. Conforme entraban a la aldea, iban viendo las llamas y a los cadentes voladores.
SOLDADO 2: Joder, cada vez son más.
LARYA: Y nosotros estamos preparados para ellos.
SOLDADO 3: Y tenemos a la gran Blackfire a nuestro lado.
LARYA: No os preocupéis, chicos. Preparad las armas.
SOLDADOS: ¡SÍ, SEÑORA!
Entraron en la aldea. Larya dio un salto desde el vehículo, alcanzando el tejado más cercano, corriendo por el mismo y, al llegar al borde, dio otro enorme salto, propulsándose en el aire y clavando la punta de su lanza en el vientre de uno de los cadentes. Éste profirió un sonoro chillido de dolor. Layra desencajó la lanza, cayendo del cadente moribundo al vacío, y aterrizando en otro tejado. Los soldados ya iniciaron fuego de bloqueo. La aldea estaba casi evacuada, y se veía a través de los ventanales de la iglesia las luces encendidas, con todos los aldeanos dentro. Bien, ya estaban a salvo. Ahora sólo debían acabar con la amenaza.

Aranea buscaba a su madre entre toda la gente, tirando de su padre agarrado por la mano, a lo ancho y largo de la iglesia.
ARANEA: ¡Papá, no la veo, no la veo!
PADRE: Yo tampoco la veo. ¡Cariño! ¡¿Dónde estás?!
ARANEA: ¡MAMI!
Las lágrimas de Aranea recorrían sus mejillas. Estaba nerviosa, asustada. No encontraba a su madre, era imposible pasar entre toda aquella gente encerrada. Todos estaban asustados, dándose ánimos entre ellos. Algunos, desesperados, apoyados en las paredes, mirando al techo o al suelo, sin dejar de murmurar palabras sin sentido. Era la primera vez que vivía un ataque de cadentes. Estudió sobre ellos en la escuela: seres monstruosos que aparecen en la noche y provocan todo tipo de ataques a los humanos.
¿?: ¡¿ARANEA?!
ARANEA: ¡MADRE! (La abrazó) ¡Estás bien!
MADRE: Querido... gracias por cuidar de Aranea.
PADRE: Es nuestra hija, cielo. (La besó). ¿Tú estás bien?
MADRE: Perfectamente. Un soldado llamó a nuestra puerta y me dijo que había que venir a la iglesia, para estar resguardados. 
PADRE: Menos mal...
ARANEA: Papá, ¿cuándo se van a ir los cadentes?
PADRE: Ya mismo, hija. Los soldados se están encargando de ellos, no te preocupes.

Larya derrotaba cadente tras cadente, utilizando su larga lanza draconiana. Su cuerpo ya empezó a advertir las primeras agujetas. Iniciaba su cansancio, aunque aún le quedaba mucha energía por utilizar. No era una soldado de las que se rindieran de buenas a primeras. 
LARYA: ¿Cuántos quedan?
SOLDADO 4: Parece que no se acaban.
LARYA: Pues que no acaben con nosotros.
Pero algo la sorprendió. Algo tembló bajo sus pies. Los cadentes también se percataron de ello. Se dirigieron volando a una misma dirección, hacia las montañas. Otro temblor en el suelo. Otro. Otro. Y cada vez más fuerte. El suelo se partió en medio de la plaza central de la aldea. Una gigantesca mano negra salió de tal colosal agujero, de unos seis metros de diámetro.
LARYA: ¿Pero qué coño...?
La gigantesca mano agarró a los cadentes como si fueran pequeños pájaros. Los introdujo al interior del agujero en la tierra, y se escucharon chillidos de dolor de los propios cadentes.
SOLDADO 5: Me parece que lo peor viene ahora.
LARYA: Qué asco te tengo cuando aciertas.
El agujero en el suelo se hizo más grande. Alcanzó los sesenta metros de diámetro, partiendo la plaza central en dos. Del agujero, se levantaba un colosal cadente. Negro como la misma noche, con dos largos cuernos sobresaliendo de sus cabezas, de unos quince metros de altura y con espadas gigantescas, una en cada mano.
SOLDADO 2: ¡UN CADENTE NIVEL S! ¡ATENCIÓN, UN CADENTE NIVEL S!
LARYA: Mierda...
El cadente movió una de sus inmensas espadas al cielo, cortando varios edificios de un solo tajo. Larya saltó del tejado en el que se encontraba y aterrizó en el más cercano. Nunca vio a un cadente de nivel S, el nivel más alto entre aquellas atemorizantes criaturas nocturnas.
SOLDADO 3: ¡¿PERO CÓMO PUDO APARECER UN NIVEL S EN ESTA ALDEA?!
LARYA: ¡NO LO SÉ! Pero debemos acabar con ella.
Las armas de los soldados no dejaban de disparar al cadente, pero parecían no afectarle en absoluto. La criatura andaba lentamente, a causa de su tamaño, pero cada movimiento de sus espadas era temible, y les obligaba a moverse y cambiar de posición continuamente. Larya corría de un lado a otro, a su alrededor, atacando a las partes del cuerpo en las que pudiera acertar con su lanza y retirándose rápidamente para volver a moverse. Lamentablemente, el aire de sus pulmones era cada vez más frío e insuficiente. Los pulmones le dolían de correr tan rápido, la sangre y el corazón le palpitaban como si estuviera en una carrera de chocobos.

Aranea: Una historia de 'Final Fantasy XV'Where stories live. Discover now