Nada más que perder.

Capítulo 1: En aquel remoto lugar.

Aquella chica que miraba en el espejo no era la misma que había visto hace mucho. Había perdido el rumbo de aquella chica escuálida que pocas veces se filtraba conmigo, aquella chica ya no existía y había sido reemplazada por algo que desconocía.

Ya no tenía aquel cuerpo flacucho y pálido, y mi cabello ya no era una maraña horrible. Quién iba a pensar de que yo iba a tener este gran cambio, no era la más bonita, ni era la más fea. Habían pasado un poco de modificaciones desde que yo apenas había llegado aquí.

Aún recuerdo cuando conocí a Jessica, cuando la vi por primera vez en aquella habitación la cual compartiríamos. Pensé que iba a ser horrible estar ahí junto a ella, pero a medida de que pasaba el tiempo, me di cuenta de que Jessica no era la horrible persona que mi mamá decía, aquella chica era lo que yo no había tenido, una compañera con la cual estar feliz.

Con ella conviví mucho, estuvo en muchos momentos conmigo y la consideraba como una hermana. Los recuerdos siempre me atacaban y siempre iban a estar ahí intentando matarme. Aquella vida pasada que yo había tenido, había desaparecido, no era ni más, ni menos, ni lo que restaba, ni lo que sumaba.

Mi madre y yo hemos perdido todo tipo de contacto desde que llegué, ni siquiera se atreve a mandarme un mensaje, pero la entiendo, su pequeña Luna ya no era la misma, ya había dejado las zapatillas de ballet porque me habían asqueado, y cansado.

Me miro por última vez en el espejo sucio que tengo, mis ojos están rojos de lo poco que he dormido estos días y eso se debe a la agotadora agenda que he tenido durante semanas enteras, en medio de la universidad y el trabajo tenía poco tiempo para mi misma y para por lo menos dormir cinco horas, pero eso no quiere decir que no voy a salir con mis amigos este fin de semana.

Miro mi vestido negro con mucha atención, y repaso en mi mente las cosas que tengo que llevar en el bolso. Era increíble lo mucho que había cambiado durante estos años.

-¿Lista?- Jessica me saca de mis pensamientos.

-Sí.- Sonrío tomando el bolso.

No está haciendo frío simplemente está fresco, el clima está bien para el vestido corto que estoy usando.

-Es increíble que ya estemos cruzando nuestro tercer año en la universidad.- Jessica sopla su chicle para hacer una bomba.

-Lo sé, increíble.- Dije abriendo la puerta del auto.

Jessica enciende el estéreo y rápido pone un disco de Ozzy Osbourne que yo había comprado hace menos de dos semanas. Aquella chica disfrutaba de encender la radio y disfrutar las canciones mientras el viento le daba en la cara y yo disfrutaba verla así de feliz.

La carretera está un poco sola y no hay tráfico, cuando llegamos al bar en el que quedamos para juntarnos con los chicos siento mi móvil vibrar y es Dante hablándome.

-Que ya estamos aquí, pesado.- Sonrío contestando la llamada.

-Quería estar seguro, ¡disculpa!- Contesta.

Cuando entramos al bar el olor de cigarrillo se cuela en mis narices, diviso a los chicos en la mesa en la que siempre nos sentamos y yo vuelvo a sonreír. Mi grupo de amigos era lo único que necesitaba, era lo único que quería y era lo único que podía pedir por miles de años.

-Hola Luna, te ves preciosa.- Brent me toma de la cintura, me da un beso en los labios y me estremezco al sentir el frío de su piercing.

-Gracias Brent.- Sonrío y me siento en la mesa.

Brent y yo llevamos saliendo un par de meses, nada formal, nada por lo que tenga que preocuparme.

Brent es un chico increíble, aunque yo no tome muy en serio lo que tenemos, me doy cuenta de que es grandioso y desde antes de que estuviésemos saliendo él se comportaba como un genial amigo. Brent es un chico guapísimo, muy alto y con unos ojos azules muy bonitos. Brent era de ese tipo de chicos que si te observan te ponen nerviosa. De esos chicos a los que tu ves y poco a poco vas cayendo en sus encantos.