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Tres horas desde que ambas chicas comenzaron a hablar por teléfono, una desde que Aubrey lucha por no quedarse dormida y seguirle el tema a su prima, cosa que se estaba volviendo imposible. Cielos, en la mañana tenía examen de ruso y estaba segura de que si no dormía terminaría respondiendo todo en chino.

—Oye Emma —dijo Aubrey poniéndose de costado en su cama. Su prima dejó de hablar sobre algo relacionado con su auto siendo remolcado y prestó atención.

—Dime.

—Sabes que adoro hablar contigo pero ¿podemos hablar mañana? estoy a un bostezo de quedar inconsciente.

—Pero si apenas son las 11 —respondió Emma como si su prima estuviera loca.

—Pero aquí son las 4 de la mañana —respondió con ligera diversión.

—Oh, cierto, cinco horas de diferencia —rio bajo por haberlo olvidado —. Perdón, mañana termino de contarte ahora duerme —espero una respuesta que jamás llegó, sonrió de lado, su prima se había quedado dormida —. Que veloz, dulces sueños Brey, suerte en tu examen de mañana, o al rato.

Colgó y vio la pantalla con una sonrisa en su rostro, se alegraba cada vez que su prima se quedaba dormida pues el insomnio era un visitante constante para Aubrey. La chica dejó su teléfono en el buró y se fue a poner el pijama, se acercó a su tocador para desmaquillarse, se quitó los lentes de contacto dejando sus ojos marrones al natural,  después ató su largo y colorido cabello en un moño. Cuando estuvo lista se arrojó a su cama y tomó su celular, varios mensajes agradeciendo por ser invitados a la próxima fiesta. Sin ganas de responder los ignoró, se puso los audífonos, puso play a su lista en aleatorio, Finally de Halsey comenzó a sonar, se asomó debajo de su cama y sacó su block de dibujo, tenía que entregar un borrador para mañana y ni siquiera había empezado. Pero ¿qué de divertido tendrían las tareas si no se hacen a última hora? era adrenalina pura.

La alarma sonó por séptima vez, 7:30 marcaba el reloj y la pelinegra seguía dormida. 7:35 volvió a quejarse el despertado, fue cuando la chica estiró su mano para tomar su celular, pero este resbaló cayendo al suelo, soltó una maldición y tuvo que moverse para recogerlo, en cuanto lo tuvo en las manos, con un ojo trabajosamente abierto desactivó la alarma. El sueño comenzó a ganarle cuando el celular sonó, respondió sin mirar el contacto.

—¿Diga?

—Por favor dime que no sigues dormida —dijo su hermano al otro lado de la línea.

—No —su tono decía otra cosa.

—Pues si no es así date prisa, porque quedan 25 minutos para tu examen —dijo divertido, la pelinegra abrió los ojos de golpe y miró el reloj.

—Maldición —puso el teléfono en su oreja —. Llego en 20 —sin esperar respuesta colgó.

Arrojó lejos las sábanas y se levantó, corrió al baño y lavó su cara, no había tiempo para un baño, lo haría después. Solo se puso crema y arregló lo más posible su cabello, sacó un pantalón de mezclilla clara, una blusa roja y sus tenis, se puso un suéter, tomó su mochila, celular, pasó frente su tocador y vio el maquillaje, negó, no había tiempo, salió corriendo. 

Si no llegaba al menos un minuto antes de las ocho no podría entrar y perdería el examen. Corrió desde los dormitorios hasta el edificio de estudio, subió por tres pisos las escaleras y casi se estrella con el profesor Petrov en la puerta del salón. Se apoyó en su rodilla con una mano mientras con la otra le hacía una seña con el dedo índice al profesor tratando de recuperar el aliento, lo que normalmente recorría en 20 minutos lo hizo en menos de 10. El profesor la vio con diversión.

—Dos minutos para las ocho. Parece que a alguien se le apagó la alarma —dijo con su tan conocido acento ruso. Aubrey negó.

—No la escuché —se enderezó y miró al profesor. Esos fríos ojos azules la miraban con diversión. Era un hombre de 30 años, atractivo, soltero, divertido, pero muy muy exigente respecto a las reglas de su clase.

—Entre señorita Brown, lo dejaré pasar esta vez porque ha hecho algo tan saludable por su cuerpo como lo es el correr.

—No sé si correr de esta forma sea saludable pero gracias —entró y tomó asiento. Se sintió como la gloria, acostumbraba a hacer ejercicio si, pero correr como caballo desbocado no era algo que hiciera siempre.

—Muy bien jóvenes —comenzó el profesor —, pasaré a entregar las pruebas, conocen las reglas, cuentan con dos horas para responder, a las 10 en punto dejaran el lápiz en el escritorio y saldrán del aula. Suerte para los que no estudiaron y para los que si también.

Dos largas horas de responder preguntas que, en su mayoría, estaban en ruso y sumando las pocas horas que había dormido se convirtieron en un terrible dolor de cabeza para Aubrey. Sintió que su cama se acercaba a ella cuando dejó el lápiz en la mesa y se puso de pie, podría dormir al menos dos horas hasta la próxima prueba.

Pero su ilusión se hizo pedazos en cuando el profesor dijo su nombre, lo miró con ruego plasmado en sus ojos.

—Recoja los exámenes por favor señorita Brown y llevelos a mi oficina —dijo el señor Petrov desde su escritorio mientras revisaba unos papeles.

—Si —Aubrey comenzó a recoger los exámenes, en cuanto terminó el profesor se levantó y juntos salieron del salón rumbo a la oficina. Cuando llegaron Aubrey dejó los exámenes y estaba dispuesta a irse.

—No tan rápido señorita —Aubrey no pudo evitar quejarse  y lo miró, él parecía divertido —, no tardará mucho, podrá ir a dormir. Solo que me enteré de que se marcha y quiero darle una pequeña ayuda —le tendió una tarjeta de negocios, Aubrey se acercó y la tomó, habia un numero de telefono, un nombre y una direccion —. Si en algún momento tienen problemas llame a esa persona, le ayudará si le muestra esa tarjeta —aubrey miró de nuevo y asintió.

—Gracias profesor —él asintió con una sonrisa.

—Es todo, ahora puede irse a descansar, suerte con la prueba de historia.

Caminaba lentamente hacia la enfermería, un buen lugar para dormir un poco. Era la cuarta vez que leía los datos de la tarjeta, Antoine Brambilla, 23 Winter St., Maine, EEUU. 00-1-212-324-4152. 

No sabía quién era ese hombre pero esperaba que fuera verdad lo que dijo el profesor, tal vez se trataba de un buen amigo o alguien que le debía un favor. Como fuese ahora tenía su contacto y esperaba no se negara a ayudar si fuese necesario.

Ya le mencionaría el nombre a sus padres para ver si lo conocían. Llegó a la enfermería, saludó a la enfermera de recepción le pidió algo para el dolor de cabeza, la enfermera le dio una pastilla y le señaló una habitación, Aubrey agradeció y  fue directo a ella. 

Solo dos de las 4 camas estaban ocupadas, eligió una que estaba al fondo y se acostó, se durmió casi de inmediato. La enfermera la despertó 15 minutos antes de que iniciara su examen. Aubrey salió de allí sintiéndose mucho mejor, solo esperaba rendir bien en su examen para el cual no había estudiado mucho.

ControlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora