La primera mañana que pasaban en Estados Unidos resultó demasiado complicada para los Fossewat, sobre todo, teniendo en cuenta que no hablaban tan perfectamente el idioma. Estaba acostumbrados a hablar en holandés, en general, y eso distorsionaba el buen inglés con el que habían pretendido criarlos. Sin embargo, ese no era un día muy importante, tenían dos meses para adaptarse antes de ser metidos a la escuela una vez más. A la indeseable escuela secundaria de la que muy fama habían ganado gracias a los desastres realizados allí mismo por los dos mayores, Derek y Daria.
Esa había sido una de las causas por la que habían tenido que mudarse desde Holanda hacia allí sin demasiado tiempo para pensarlo. Sus padres, o más bien, personas que los supervisaban en intento de que no realizaran líos tan constantes y que mantuvieran sus instintos rebeldes bajo control.
Pero, lamentablemente, eso no funcionaba. Eran un problema para la sociedad y no uno fácil de controlar.
—Mierda, me sangra la nariz —Haakon miro hacia el techo y se apretó la nariz; Derek lo miro, sin prestarle demasiada atención y continuó con la mirada en su libro. Hacia tiempo que había aprendido a ignorar esa clase de asuntos y a solo hablar para hacer connotaciones sarcásticas o frases inteligentes. No es que estuviera particularmente enojado pero, obviamente, lo estaba desde que los habían enviado allí.
—Debe de ser porque estamos cerca de la escuela —anunció Daria, que estaba sentada en el asiento justo al frente de donde se posicionaban sus hermanos. A su lado, se encontraba Ashton.
Ashton era su hermano menor, apenas estaba acariciando sus dieciséis años, mientras que los mayores y respectivos mellizos tenían ya diecinueve años y repetían curso por segunda vez, Haakon, en cambio, tenía diecisiete años y estaba repitiendo el anteúltimo curso por primera vez, así que de seguro tendría alguna que otra clase con Ashton. No era nuevo todo aquello, para nada. No era específicamente que repitieran cursos por ser malos en sus respectivas asignaturas, de hecho, podían considerarse unos genios pero siempre, siempre, antes de terminar el año, había un hecho que les impedía pasar de curso. Cosas así como una pelea entre grupos en las que se veían obligados a participar o la muerte de un profesor. Cosas normales, para ellos.
—Ja-ja-ja, muy graciosa —le contestó Haakon.
Prosigamos a la presentación de éste personaje: Haakon era bastante normal dentro de los índices familiares. Era naturalmente bromista, apuesto —como todo Fossewat—, tenía un poco de mujeriego y de fanático de las fiestas, pero no era un inmaduro. Sabía cuando y cómo hacer las cosas, sabía ser serio: no se pondría a hacer bromas en un momento importante. Era sarcástico, pero le gustaba mucho más ser directo.
Daria soltó una de sus risas clásicas y miró por la ventana. Le sorprendió que Ashton no estuviera hablando animadamente, porque solía hacerlo. Era como un niño a pesar de su edad: animado, inmaduro y tenía esa inocencia que a toda chica le provoca pellizcarle las mejillas y preguntarle si quiere un poco de chocolate o galletas. Tenía una imaginación increíble y una creatividad impensable; si necesitabas escapar de una cárcel, deberías llamarlo, porque apenas le costaría pensar en un plan. Podría decirse, que del equipo, él era el cerebro y los demás los guerreros.
El autobús se detiene y cada uno de nuestros queridos Fossewat podría jurar que siente un enorme escalofrío bajarle por la columna vertebral y esa sensación que solo podía definirse como pánico, o aún mejor, como terror. Un indudable terror, del tipo que te hace doler todo el cuerpo por un tiempo indeterminado y al que no calmas ni con respirar hondo millones de veces y repetirte que te calmes.
Claro que se está hablando de la clásica sensación de ser nuevos en la escuela, de tener que adaptarse: formar nuevos amigos, hacerse un lugar, darse a respetar; iniciar el proceso una vez más y pasar por la larga clase de posibles humillaciones hasta convertirse en los reyes de la escuela, en los que mandaban. Para eso debían ascender por la escala social: fiestas, organizar peleas entre los mismos miembros actualmente populares y acostarse con alguno que otro.
Comenzaron a bajar uno a uno, los Fossewat decidieron ser los últimos en abandonar el bus y así fue. El primero de los cuatro fue Derek, como todo líder, tenía que asumir la realidad y combatirla mucho antes que los demás. No era demasiado caballeroso, pero aún así le sostuvo la mano a su hermana para ayudarla a bajar. Entonces fue el turno de Haakon, y posteriormente de Ashton. El autobús se largo y los hermanos se quedaron observando fortuitamente el edificio frente a ellos, con las mochilas siendo cargadas en sus espaldas y formados en fila: uno junto a otro.
—Bueno, hermanos —eran las primeras palabras que decía Ashton en todo el viaje y posiblemente, la primera vez que se reconocía al clásico personaje—, creo que es hora de demostrarle al mundo quienes somos, ¿no?
—No es ninguna clase de desafío —dijo Daria, cruzándose de brazos.
—¿No? —preguntó Derek— Apuesto a que ésta vez no golpearás a una porrista el primer día, ni le insinuarás los enormes cuernos que tiene en la frente, ¿cierto?
—Espero no tener que separarte de ella —añadió Haakon, con una risa tonta. Tenía algo de sangre en ese espacio entre el labio superior y la nariz, pero nadie se molestó en decírselo, aún así, tampoco era como si verdaderamente le importara.
—Tendrán que separarme de ti si sigues hablando de esa manera —le contestó, desafiante. Ya habían peleado antes y ninguno sentía pena de golpear a Daria, posiblemente porque peleaba mucho mejor que todos ellos y también más fuerte, además de ser una temeraria a respetarse.
—Chicos, me gusta todo el asunto, pero tenemos que entrar ya si no queremos llegar tarde —los calmó Ashton, siempre era el tranquilizador natural del grupo; nadie podía hacer caso omiso a sus palabras—. Además, todos nos están observando como si fuéramos imbéciles por quedarnos de pie aquí.
Derek le echó una mirada al chico y asintió.
Respiraron hondo los cuatro, al unísono, era como una costumbre familiar hacer eso. Se encaminaron a la escuela, listos para su primer día. En los pasillos, como era de esperarse, fueron víctimas de muchos murmullos extraños. Daria silenció a algunos con una mirada desafiante y las uñas clavadas en su palma, formando un puño.
Al final, estaban listos para separarse. Ya habían recogido sus horarios en la dirección y la primera campana sonaría en menos de dos minutos. Se formaron en círculo, mirándose los unos a los otros.
—Es hora de irnos —murmuró Daria en un suspiro y miro uno a uno a sus hermanos.
Ashton miró el reloj en su muñeca izquierda y Haakon jugueteaba nervioso con sus dedos. Estaban nerviosos, eso no se dudaba y no querían separarse luego de tanto tiempo juntos en casa, haciendo nada y despertándose a la hora que quisieran.
—Los veré en el almuerzo, averigüen tanto como pueden y recuerden: —Derek hizo una pausa— Traten de no golpear a nadie, ni de llamar la atención por el momento. Y, Daria, trata de no llamar "fascista" a ningún profesor.
—Prometido —dijo Daria.
—Prometido —repitió Ashton.
—Prometido —esa vez, fue Haakon.
—Adaptense, imbéciles —los insultó su respectivo líder, les guiñó un ojo.
Daria miro a un lado y chasqueó la lengua. Ashton se dejó llevar por la tentación de sonreír ladinamente. Haakon elevó las cejas y negó levemente.
El timbre sonó. La aventura apenas estaba comenzando.
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Bleeding heart.
Teen FictionEn una escuela secundaria de Estados Unidos, ubicada en Chicago, Illinois; una familia problemática llega a causar desastres y promover el mal comportamiento. Pero allí habrá enfrentamientos, claro que sí. Lo que no sabían los Fossewat, es que tendr...