Mi Padre

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La señorita Eleanor tiene un itinerario muy ocupado.
Debe despertar a 7am cada día, tiene tiempo para arreglarse hasta apenas las 8am. Luego, su desayuno consta de un lujoso repartijos de montones de comidas, que debe durar hasta las 9am, con digestión incluida. Clase de alguna de sus especialidades desde las 9am hasta las 12am. Entonces es cuando comienza su almuerzo y hasta las 2pm tiene el tiempo libre para hacer lo que se le plazca, desde recorrer sus verdes y coloridos jardines hasta permanecer en su habitación leyendo un libro de la enorme colección de libros del Rey Henry, que en paz descanse. También puede escabullirse del castillo para hacer compras y visitar a su pueblo, que está a su merced. Pero la señorita Eleanor no ha salido de su castillo desde que la conozco, más allá de asistir a elegantes fiestas a otros reinos, o aún mejor, visitar señoriales lugares desconocidos donde nadie puede reconocerla, tan solo para que no la molesten con alabanzas de sus súbditos. Desde las 2pm hasta las 7pm continúan sus clases, tales como modales, equitación, relaciones internacionales, danzas, historia, cultura nacional, tradiciones, introducción a la ciencias, literatura, política, instrumentos y geografía, dependiendo del día. Hasta las 8pm, hay pruebas de vestidos y, en caso de no necesitarlo, se le otorgará a la princesa un tiempo libre. 9pm, la cena debe estar en la mesa donde un sinfín de comidas se comparten entre la Reina Irene, la señorita Eleanor y el señorito William. A las 10pm todos están en la cama, listos para tener sus nueve horas de sueño necesarias para su máximo rendimiento en el próximo día.
Es el segundo día de la semana, lo que significa que la señorita Eleanor tiene clases de baile. Ella practica en el enorme salón de baile, que tiene hermosos y cristalinos ventanales que iluminan aunque las luces no estén encendidas. Las instrucciones del profesor se repiten con voz potente, mientras palmea sus palmas para que ella lo siga.
—¡Piano, por favor!
Alzo una ceja en dirección a Cody. Este me mira con una sonrisa al mismo tiempo que empieza a presionar las teclas para que la señorita Eleanor pueda hacer sus pasos.
Desde detrás de las cortinas del gran salón, la silueta delicada de la señorita se contornea frente a mí. Siempre me ha gustado bailar, y a veces me gusta colarme aquí, ocultarme detrás de las cortinas blancas para poder seguir la clase. Primera posición, segunda posición, tercera, cuarta, quinta y sexta. —Demi-plié... —murmuro, con el ceño fruncido por la concentración.
—¡Brazos rígidos! —El profesor regaña a la señorita Eleanor a través de la melodía que sale del enorme piano que Cody toca a mi lado. Aprovecho yo también para recordar que los brazos deben estar rígidos, pero sin olvidar ser lo más delicada posible.
Cody me sonríe. Apenas son las 5pm y yo ya me siento cansada, pero, a diferencia de los horarios de la Familia Real, mi día no acaba hasta la medianoche.
—Agh, ¿¡dónde está mi agua?! —grita la señorita Eleanor, en medio de la sesión de baile.
¡El agua! ¿Cómo he olvidado el agua? Trago saliva y niego con la cabeza de un lado hacia el otro, pegando un salto para alejarme en dirección a la cocina. Se suponía que debía traerle el agua antes del inicio de la clase, pero me distraje hablando con Cody, y escuchando la música que tan bien sabe interpretar. Recorro los confusos pasillos del castillo, donde cualquiera podría perderse, pues todos son totalmente idénticos. Pero yo he nacido aquí. Nací en la oscuridad de este inmenso palacio y todo lo que conozco es el transportarme con sigilo sin revelar mi presencia. A la realeza no le agrada ver los rostros de los criados vagando por sus pasillos, prefieren que nos movamos a través de los pasadizos subterráneos, donde vivimos. Pero esta vez estoy apurada y la princesa reclama el agua que se suponía debía darle. El corazón me golpetea en el pecho, con nerviosismo, mientras me introduzco en la Cocina Real. Es tan grande que se le puede cocinar aquí a todo el pueblo. Los cocineros me dedican miradas de odio mientras zigzagueo a través de ellos para llegar a la nevera y tomar el refrigerador. Acto seguido, me volteo nuevamente para regresar al Salón de Baile.
—Aquí tiene —murmuro con nerviosismo, sin atreverme a mirar su rostro.
—¿Qué te sucede? !El agua debía estar aquí desde hace una hora! —grita.
Cierro los ojos y asiento suavemente, con la cabeza gacha.
—¡Responde! —vuelve a vociferar. Toma entre sus delicadas manos mi barbilla y suavemente la levanta, mientras sonríe, ladeando su cabeza.
—Lo... lo siento, señorita, yo... yo lo olvidé.
—Ah sí, lo olvidaste.
Sus ojos verdes inspeccionan los míos y ladea la cabeza, con una sonrisa en sus labios.
Los demás criados aseguran que los reyes no acostumbran a tocar a sus criados, que les ocasiona cierto asco. La realidad es que la princesa no es así, ella cree en el castigo y la humillación instantánea, y si eso supone tener que tocarme, es un pequeño precio a pagar.
—No querrás que mi madre se lo comunique a la tuya, ¿no es así? Las leyes de Elian prohíbe que los menores reciban castigos en sus trabajos, pero los adultos... ellos pueden afrontar las consecuencias de los actos de sus hijos.
—Lo lamento, princesa Eleanor, no se repetirá.
—Confío en que llegará un momento en el que nos entendamos. —Ella sonríe, tomando el agua de mis manos y con ello quitando las manos de mi barbilla—. Solo quiero obtener tu mejor potencial, Annika.
Y que se acuerde de mi nombre es todo un detalle. Asiento varias veces seguidas, para luego retirarme de su salón, dispuesta a dejar de lado mis sueños de bailar para poder proteger a mi madre.

Princesa Ilegítima [Internado de Princesas 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora