Capítulo VIII

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A la distancia vio a un grupo de niños amontonados alrededor de un joven pelinegro de bellos ojos negros, muchos lo abrazaban de la cintura y este simplemente les acariciaba la cabeza con una sonrisa. Regalaba globos a todos los niños que estaban a su alrededor… siguió mirándolo hipnotizado por su sonrisa, se fue acercando lentamente.

Cuando los niños se alejaron un poco pudo verlo mejor, era lindísimo, su cabello era negro mucho más que la noche, tenía el pelo algo largo, sus ojos brillaban con intensidad y eran muy hermosos, tenía unas ojeras debajo de sus ojos que lo hacían lucir con un lindo panda. Vestía un pantalón ajustado de color plomo y un suéter blanco con mangas de tres cuartos, una bufanda azul preciosa que resaltaba su belleza… se sentó en unas escaleras y allí comenzó a dar los globos que traía en las manos. Todos los niños se alejaban emocionados después de saludar y obtener su globo…

Quedaba solamente un globo, el niño que le beso en la mejilla se lo llevo sin mencionar palabra alguna… cuando el castaño ya estaba frente a él ya no había ningún globo.

ZiTao: Usp! Perdón — dijo él cuando lo vio — Ya no quedan globos… — el pequeño doncel solo le sonrió — ¿Cuál es tu nombre? — pregunto con una sonrisa.

Tao: Mi nombre es Tao — respondió el niño.

ZiTao: ¡Hey! Mi nombre también es Tao, mucho gusto — dijo emocionado.

Tao: ¿Por qué tu nombre es Tao? — cuestiono el menor.

ZiTao: mmm pues porque a mi abuelo se le ocurrió ese nombre para el protagonista de su primer libro y mis padres quisieron llamarme así— respondió sonriente. — ¿Tú por qué te llamas Tao?

Tao: Puede ser porque mis padres te quisieran mucho — respondió el niño alejándose tranquilamente del mayor, dejándolo confundido…

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Henry: Oh, ¡Kangin! Si pudiste venir… — se acercaba el castaño junto con su marido a un hombre de pelo negro y ojos negros. Lo abrazo fuerte, tanto que apenas podía respirar.

Kangin: Tam-bien me alegra verte… Henry… pero n-no puedo… respirar — ni siquiera pudo corresponder el abrazo.

Henry: Jeje— rio divertido el doncel — Lo siento, es que me alegra verte después de casi seis años de no hacerlo.

Kangin: Lo siento, sucedieron algunas cosas… pero ya estoy aquí —sonrió con calma. Miro al varón y sonrió con cariño — He venido a quedarme un buen tiempo con ustedes, si puedo ¿verdad?

Zhoumi: Claro que sí, hermano. Bienvenido — se acercó al pelinegro y lo abrazo, dándole unas palmadas en la espalda.

Kangin: Y bien… — se separaron, el ojinegro miro a todos lados como buscando algo — ¿Dónde está mi sobrino favorito?

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