|Parte Única|

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     Aquello que le estaba concediendo al psicólogo de Karmaland no lo sentía con un favoritismo hacia su persona, menos si los habitantes de Karmaland también lo podían disfrutar. Lolito guardo sus manos en los bolsillos y observó las vistas desde aquel pequeño cerro de césped, los colores pasteles en el horizonte eran señales de un futuro anochecer. Auron victoreo cuando logro que Luziana llegara por fin al mar, está, sin esperar nada, se sumergió disfrutando de esa libertad que las cuatro paredes no le daban, pronto, se deslizó a la mini isla de piedra que Auron le hizo hace varios días atrás.

     Su canto alegraba corazones, engatusaba a hombres atrevidos y mujeres curiosas por tocar la piel de la que tanto se contaban historias. El dragón la alcanzó, quien comenzó una danza alrededor de la mini isla. Auron se mostró especialmente contento con ambos, hoy Lolito sabía que estaba en esos días dónde no se mostraba huraño en mostrar afecto, donde una muestra de cariño podía salir de su guardaespaldas, un te quiero o un mi niño dicho desde su más profundo corazón, sus palabras no tenían un tono oculto de burla y raro sarcasmo. Era un hombre multifacético, lo descubrió poco a poco, en momentos a cuestas, pero Lolito fue paciente y constante en descubrir que cualidades y talentos poseía el moreno de ojos cafés. La minería era una de esas, nadie se atrevía a cuestionar sus métodos o sus costumbres en dicha área. Era un monstro. Una pasión desbordante y casi endemoniada al picar, se perdían las horas, estás eran pocas para Auron al momento de estar bajo tierra.

     Brett cuidaba de Rodolfo, dándole manzanas y mimos, familiarizándose con el integrante de la familia que pocas veces tuvo de convivir al estar ambos aislados del mundo. Cuando salió ganador de las elecciones de la alcaldía, Auron acudió a solicitar los papeles para Brett como ciudadano oficial de Karmaland, Lolito no dudo en dárselos, Brett era un chaval de cuidado como de confianza, cuidaba a Auron y eso bastaba para que el alcalde le agradece. Una de las cosas que hacía florecer el pecho de Lolito, eran las risas de Auron. Cuando solían hacer una que otra travesura, la risa era un pago que sus oídos encantados recibir, el psicólogo solía cerrar sus ojos y levantar su rostro a los dioses, en esos momentos quería ser uno de ellos, eran dichosos de disfrutar de la expresión de Auron, la presión en la boca de su estómago le confirmaban cada día del sentimiento que alguna vez se atrevió a dudar. Otra de las cosas que lo hacían dichoso, eran los despertar, donde Auron tenia la costumbre de alargar los "días"  en el conocido saludo por las mañanas, siempre iba por un vaso de agua no mas despertar, por lo que pronto Lolito se acostumbro a eso. Un vaso de agua lo esperaba siempre en su despertar en la encimera de aquella hogareña cocina. 

    El combate con espada también era algo en lo que Auron solía manejar bastante bien. Fiero atacaba, siempre hacia adelante pero nunca cuidaba su retaguardia, eso lo hacía salir dañado mayormente por algún clipper. Lolito deseo darle clases, pero no era su fuerte, podía usarlo de excusa para pasar más rato, lo pensó y fue atractivo, darse un tiempo entre todo el papeleo que era la alcaldía, no obstante, le preocupaba más la seguridad de su amante por lo que mas tarde, Vegetta fue el elegido para enseñarle el arte de la espada.

     Se acercó a paso lento, no tenía prisa de llegar, quería grabar en su mente todo el momento que se estaba llevando en aquella playa a las afueras de Karmaland, donde le dio la oportunidad Auron de sacar a todos sus compañeros de casa. Llegó en esos extraños días dónde su humor era especialmente vivaz. Lolito hablo con los dioses y pidió una tarde parcialmente larga. Auron observaba como Frederick y Luisito se acercaban al agua, sin embargo, estos retrocedían al ver que el líquido azul los comenzaba a perseguir. Los de diferente especie se llevaban bien, desde que procedió a colocarlos en la misma habitación.

     Auron vio de reojo como Lolito se colocaba aún lado de él, rozando el dorso de su mano en aquella intimidad de una pareja y corazones emocionados. El espectáculo de las dos especies seguía, causando una diversión en sus espectadores, pronto las pisadas feroces de una gran criatura se oyeron a sus espaldas, ninguno se molestó en sacar algún arma, el oso polar los paso de largo y tanto Frederick como Luisito corrieron hacerse un lado, el de pelaje blanco se sumergió gustoso.

—Anden ustedes dos, que huele a culo desde hace un tiempo.

     Los niños miraron al gigante azul, Luisito fue el primero, permitiendo que el líquido lo tocase, grazno para Frederick quien de una forma le entendió y siguió. Era cierto que en el corazón del psicólogo existía un temor por sacar a sus compañeros, terror en momentos al imaginarse escenarios catastróficos en que estos salieran sin que se diera cuenta o que alguien entrara en casa. Rodeó con un brazo la cintura de su alcalde, y en su cómodo hombro, recostó su cabeza.

—Gracias por esto, cerdo.

—Eh, de nada, mi Auron.

     No era favoritismo, ninguno de los dos lo miraba así, especialmente Auron que rara vez pedía algo sin más, era una tarde parcialmente larga, donde los bichos no aparecerían ni hermandades los observarán al estar en las lejanías de Karmaland.

| No lo es | Lolitoplay |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora