𝟲

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—¿Anna? —la voz de Kristoff le sacó de sus pensamientos. Haciéndola volver a ese instante—, ¿estás bien?


Se dio cuenta de que no solo era Kristoff quien le miraba para ese momento, los guardias betas, que seguían cerca, le miraban con sorpresa mientras también mantenían una mirada en el suelo. El rey le sonreía abiertamente mientras cargaba a la princesa Mérida.

Y entonces miró a aquella omega, la princesa de Corona, quien se había movido al lado de la reina de Dunbroch. La mirada que recibió de la niña no era más que de pura molestia.

Y Anna sintió un dolor agudo en el pecho. Rápidamente lo sacudió mientras desviaba la vista de nuevo hacia el monarca.


—Princesa Anna, Dunbroch está en deuda contigo —exclamó el rey mientras los guardias se inclinaban ante ella.


Y aunque Anna se negaba a aceptar las gracias, ella tuvo que hacerlo. Porque eran modales, debía aceptar esos cumplidos. Aunque sintiera que no los mereciera en absoluto.

Porque ella no merecía que le dieran las gracias. Ella no había hecho nada bueno. Ella había sido una imbécil, otra vez.

Sonrió falsamente hacia todos, quienes rápidamente se movieron como si no hubiera pasado nada.

Sus instintos seguían volviéndose locos, pero trató de calmarse. No podía perder el control frente a todos estos guardias, no frente al rey. Ella enviaría una imagen de alfa imbécil que no puede mantener el control. Tragó el nudo que se había formado en su garganta, una vez más, se dirigió con respeto hacia el rey para después salir del pasillo.

Todavía abrumada, parecía que todo a su alrededor era rodeado de neblina. Abrumador. Sus piernas estaban temblando mientras caminaba con pasos rápidos hacia cualquier lugar abierto. Necesitaba aire fresco, no feromonas nerviosas o ansiosas de todos a su alrededor.

La noche empezaba, sabía bien que la el baile seguía. Y es donde debería estar, porque a pesar de todo, Anna fue enviada ahí para causar una buen impresión, para ganarse a estos tontos alfas. Pero no podía, sentía que se ahogaba ahí dentro. Respiró el aire fresco, rodeada de arbustos en el patio del castillo, su mirada se quedó sobre aquellas rosas que brillaban a la luz de la luna.

Se llevó una mano a la nariz, apenas pudo registrar aquel aroma dulce. No se dio la vuelta para recibir a la princesa, se quedó ahí, admirando las rosas. Evitando el aroma exagerado.


—Princesa Mérida —habló en reconocimiento cuando se acercó lo suficiente para que pudiera oírla.

—Solamente Mérida —no podía verla todavía, pero sabía que la princesa sonreía—, qué bueno que te encontré.


Anna se dio la vuelta hacia ella, con su ceja levantada. Mirando la gran sonrisa en el rostro de la princesa, se preguntó por qué parecía tan relajada cuando hacia unos momentos temblaba en los brazos de su padre.

Y casi por su culpa.

Permaneció en silencio, esperando que continuara. Porque ella no sabía que decirle a esta omega tonta con sonrisa tan empalagosa.


—Deseaba agradecerte —su voz salió al fin. Y aunque Anna le registró nerviosa, la princesa todavía mantenía esa sonrisa—, por antes. Por salvarme.

—No te salvé —aunque siempre le habían enseñado a aceptar los halagos, sinceros o no, aceptarlos con una sonrisa. Su irritación se hizo cargo.


La princesa un poco confundida por su arrebató, arrugó la nariz. Pero no retrocedió.


—Perdona, princesa —Anna se llevó una mano a la cara con frustración, dándose cuenta de su mal—, creo que sigo un poco...

𝐈 𝐖𝐀𝐒 𝐌𝐀𝐃𝐄 𝐅𝐎𝐑 𝐋𝐎𝐕𝐈𝐍ʼ 𝐘𝐎𝐔 ━━━ 𝐞𝐥𝐬𝐚𝐧𝐧𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora