Capítulo 7.

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—Evan, ¡¿qué has hecho?! —pregunté escandalizado, sin poder dejar de mirar el trozo de oso que reposaba sobre mis piernas—. ¡Esto no se hace! —tartamudeé.

—¡Oa au! —elevó su ronca voz, haciendo que apartara mi vista de la zarpa y me fijara en él.

Debido a que hasta hacía unos segundos estaba aún bastante adormecido, no me había dado cuenta de que los brazos de Evan estaban ensangrentados y, peor aún, su boca también. Aquella imagen me impresionó y bastante.

—Da igual que Noah "au"—respondí una vez que fui calmándome, pues no me esperaba todo aquello que estaba ocurriendo—. Evan malo —le miré con el ceño fruncido, pero él sólo sonreía, mostrándome cómo sus dientes estaban teñidos de rojo.

—¿Alo? —preguntó, ladeando su cabeza hacia un lado. Si no hubiera sido por lo inseguro que me sentía en ese momento, aquel gesto me hubiera parecido divertido e incluso adorable.

—Sí, malo —le miré enfadado, y él imitó mi gesto.

—¡Oa alo! —exclamó, volviendo su cabeza a la postura correcta.

—¡No! —suspiré, llevándome una mano a la cara—. Noah no malo —me señalé y negué con el dedo—. ¡Evan malo! —le señalé esa vez a él y asentí con la cabeza.

Él me miró confuso y, a los dos segundos, dio un pequeño salto sobre su cuerpo y sonrió.

—Ea alo —contestó con lo que parecía... ¿entusiasmo?

—Sí —resoplé—. Ni si quiera sabes lo que es ser malo —rodé los ojos y los dejé puestos sobre la zarpa—. Qué asco... —hice una mueca con mis labios mientras la cogía y la echaba a un lado.

Evan la agarró y empezó a gruñir mientras la golpeaba contra el suelo.

—Alo —le escuché decir entre sus gruñidos.

—Que sí... —dije con cansancio a la vez que intentaba levantarme, poniéndoseme la piel de gallina al notar el frío y la humedad que impregnaba el lugar—. Espera, ¿lo has entendido? —miré sorprendido a Evan, pero él ya estaba demasiado concentrado en jugar con la mano del oso.

Negué con la cabeza, intentando ocultar una sonrisa, y terminé de ponerme en pie. Me giré en busca de mi camisa, cuando noté una leve sensación de escozor en mi espalda. Giré mi cara y vi a Evan detrás mía, quien había hecho el esfuerzo de erguirse para quitarme el resto de hierbas que quedaban en mi herida.

—¿Au? —preguntó sin dejar de mirarla.

—No "au" —negué a la vez con mi cabeza—. Esas hierbas son geniales —le sonreí, provocando que él lo hiciera. Aún estando manchada por la sangre, su sonrisa seguía siendo bonita—. Bueno, tengo que irme a casa —dije, estirando como pude mi cuerpo.

Evan se colocó delante mía y me miró, negando con la cabeza.

—¿Desde cuándo niegas? —soltó una pequeña carcajada.

—Oa —negó de nuevo.

—Si que aprendes rápido —reí, mirándole con curiosidad—. Tengo una idea. La próxima vez que venga, te enseñaré más palabras, porque esto de que no me entiendas me desespera —suspiré, frotando mi pelo rubio con mi mano—. Lo bueno es que pareces listo —carcajeé mientras Evan sólo hacía mirarme cada vez más extrañado, como si quisiera entender lo que le decía, pero la impotencia de no hacerlo se apoderaba de su cuerpo—. Evan hablar —me señalé la boca con el dedo y empecé a gesticular con ella como un idiota.

—Alar —respondió sin dejar de mirarme a la boca, repitiendo con menos intensidad mis gestos.

—Bueno, más o menos —carcajeé y fui a coger mi camisa al fin para ponérmela.

EL CHICO DEL BOSQUEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora