imposible que Franz me aceptara a mí, niño bien y alumno del Instituto; los otros dos chicos —yo me daba cuenta— renegarían de mí en el momento decisivo y me dejarían en la estacada.
Por fin, de puro miedo que tenía, empecé también a contar. Me inventé una historia de ladrones y me adjudiqué el papel de héroe principal. Les conté que en un huerto cerca del molino había robado por la noche, con la ayuda de un amigo, un saco de manzanas; pero no de manzanas corrientes sino de reinetas y verdes doncellas de las más finas. Huyendo de los peligros del momento me refugié en aquella historia, ya que inventar y narrar me resultaba fácil. Tiré de todos los registros con tal de no terminar en seguida y quizás enredarme en cosas peores. Uno de nosotros, seguí contando, tenía que hacer de guardia mientras el otro, subido en el árbol, tiraba las manzanas. El saco pesaba tanto que al final tuvimos que abrirlo y dejar allí la mitad del contenido; pero al cabo de media hora volvimos por el resto.
Al terminar mi relato esperé algún aplauso; al fin y al cabo, había entrado en calor dejándome arrastrar por la fantasía. Sin embargo, los dos chicos más pequeños se quedaron callados, a la expectativa, y Franz Kromer, observándome con ojos escrutadores, me preguntó en tono amenazador:
— ¿ Eso es verdad?
-Sí —contesté.
-¿De veras?
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Demian (abraxas)
RandomQuería tan sólo intentar vivir lo que tendía a brotar espontáneamente de mí. Solo disfrútenlo