05/12/2014
Para servir a ganar la vida
- Acá es donde la vida nos enseña a perder. Donde los niños y niñas se hacen hombres y mujeres. Hoy hay que llorar todo. Rabia. Furia. Bronca. Nos acostamos con angustia. Mañana nos secaremos las lágrimas. Solo escriben la Historia los que ganan, pero los protagonistas son aquellos que pelean. Tenemos que merecernos las cosas. Tenemos que ganarnos la vida.
- Vos decís eso porque siempre ganas.
- Yo no soy de los que escriben la Historia.
- ¿Quién sos entonces? Tus ojos dicen otra cosa.
- Soy de los que pelean. Esos a los que les gusta pelear. Por eso no me molesta no dormir; o comer poco; o caminar por el simple hecho de hacerlo. De los que no toman agua. De los que siempre están.
- ¿Me vas a decir que no te gusta ganar?. Tu ego te supera.
- No digo eso. No me gusta perder siempre. 'Aunque se gane una batalla, no se gana la guerra'. Soy un soldado. Gladiador para servir a ganar la vida. La vida que me comparten.
- No entiendo. ¿Para qué?
- Más allá hay algo que no sé; "para qué" me preguntas, peleo para saberlo.
- ¡¿Qué pretendes de la vida?!
- Todo. Todo.
- Y, ¿qué?. Qué, ¿y qué harás con tu vida?
- Entregártela; sabés que te amo.
10/12/2014
-¿Qué haremos ahora?
-No lo sé.
-Qué haremos ahora.
Él, mirando al frente, con los ojos crispados, caminando a su lado despacio, bajando las veredas de calles adoquinadas.
Ella, con una sonrisa luminosa, con sus ojos a través de sus lentes lo mira, se acuerda en donde empezó a amarlo, se acuerda de la Iglesia, y de que a él le gustaría casarse, y con carruaje salir, ro-dando éste por los adoquines.
Él, se detiene, la mira de costado, se da vuelta, y de frente a ella, hace lo único que sabe hacer, amarla; piensa para sus adentros "hazlo por ella", desea un " hazlo por él".
Y el espacio entre sus labios es cada vez menor, y el tiempo transcurre. Se van acercando, queda menos espacio. El tiempo está corriendo igual. Y cada vez más cerca, y sus labios se tocan, y sus labios se besan. Al final no queda espacio. Al final el tiempo es eterno.
17/12/2014
La recompensa al final del día
Un día, de los 7295 del día después, Istvan salió a pasear por el desierto. El dia, aunque caluroso, era agradable. La noche anterior había llovido suavemente desde la tarde hasta la madrugada. Con las primeras gotas, el olor a tierra mojada invadió todo el pueblo, la humedad duró unos instantes, luego el fresco llegó, y el sueño fue tranquilo.
A Istvan le parecía mágico el hecho de que el mundo, o por lo menos el mundo en que vivía, cambiase tan rápido; los guijarros de tierra cuarteada estaban por todos lados, no quedó rastro de la lluvia; todo se desvaneció, tan rápido, con tan solo un sueño todo cambio.
Cuando hubo cruzado el último portal del pueblo sintió como que ingresara a otro pueblo. Miro atrás, ahí estaba el Último Gran Portal, luego las casas del pueblo; esas con sus tejado rojizos, ondulantes simulando una ola que no se movía; las paredes blancas de las casas, pintadas a la cal para contrarrestar el calor del día; a lo lejos, desde las montañas, el Pueblo parecía un gran hongo, con sus puntitos rojos; y así, como los hongos, estaba ubicado en donde nadie supondría. Pero allí estaba, un regalo de sus abuelos, y de los abuelos de ellos. Mirándolo desde lo alto, a uno le viene a la mente la pregunta de qué hace allí ese pueblo, por qué sigue firme, porque aun las familias se casan y tienen hijos, ahí en ese mundo perdido en la nada, relegado a su soledad. Con el pueblo a sus espaldas el desierto lo dominaba todo. De este a oeste, de norte a sur, y entre sus diagonales, solo desierto. El aire ni era el mismo. Sin vapor de agua suspendida, la sequedad se pegaba en la garganta. La arenilla que flotaba en el aire, traída por el viento se metía en los ojos, los lagrimales no servían para limpiar tanto polvo. Casi ni lágrimas ni motivos por el cual llorar. En el horizonte el brillo era tan cegador y profundo que no se distinguía el cielo de la tierra; aguzando la mirada hasta se veía un mar, inmenso, tanto como el cielo, las nubes gemelas vienen desde nuestro pies y desde nuestras cabezas. Tantos años sin ver cuatro iguales.
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Soy muchas historias que buscan un libro donde anidar
PoesieTe vi feliz, leí que te enamoraste varias veces, que estabas triste, extrañando, pensando ciertas cosas y observando, pero por sobre todo vi al hombre que le encanta amar. Deseaba abrazarte en esos momentos que te leía y captaba que estabas mal, pe...