Happy Days

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—Entonces —Samara irrumpió mientras la mayoría veía como la víctima del juego se tragaba una botella de cerveza hasta que no quedara nada. Ojalá las exclamaciones de "¡Fondo, fondo, fondo!" la hubieran acallado—. ¿Quién de las dos es la que ha estado de resbalosa con mi novio?

—Tu ex, querrás decir —Liz la corrigió con una sonrisa en su cara. Samara puso una mueca en respuesta y, antes de que pudiera decir algo más, mi querida hermana continuó—. Ya todos sabemos que, al aún tener su contraseña, fuiste tú quién cambió el estado de la relación. ¿No te da pena?

—Más pena debería darte a ti estar robándote las sobras de otras.

—Disculpa, pero Billy es una persona, no un objeto. Yo no me he robado nada.

—Creo que estamos muy grandes para estarnos peleando por un hombre —traté de interrumpirlas, pues la conversación me estaba poniendo incómoda, aunque mentiría si dijera que ver la cara de Samara no valía la pena.

Las tres nos vimos interrumpidas por los vítores que le daban a la chica que logró tomarse la botella de una sola pasada, sin pausas para respirar. Mis ojos, de forma casi inadvertida, pasaron de la botella vacía al vaso casi lleno que Billy nos había ofrecido cuando llegó.

Volvimos a sentarnos al círculo al que llegamos. Samara se había ocupado de sentarse entre Billy y Liz, lo cuál a la última no pareció importarle mucho. La chica bebedora volvió a girar la botella. La vimos dar vueltas y vueltas hasta que se detuvo... en mí.

—¿Verdad o reto? —preguntó, claramente emocionada.

—Verdad —repliqué sin estar muy convencida. Prefería inventarme alguna mentira a que me orillaran a hacer una estupidez.

—¿Dónde estabas la tarde que Elvira desapareció?

Sentí mi corazón haciéndose chiquito.

—¿Mande...? —creí no haber escuchado bien.

—¿Dónde estabas la tarde que Elvira desapareció?

Sentí como mi respiración comenzaba a hacerse más pesada. El ambiente fiestero y festivo había desaparecido para dar lugar a las decenas de miradas que me miraban, juzgándome, exigiéndome una respuesta. Lo único que venía a mi mente era "yo no tuve nada qué ver". Yo estaba en detención, ¿Verdad? Mis manos comenzaban a sudar y a temblar.

—¿Liz? ¿Liz? ¡Hola, tierra llamando a Liz!

—Ella es Liana —terció mi hermana.

—Seguro el alcohol ya se le subió —se burló Samara, acompañada de otras risas.

—Perdón, ¡creo que la música no la deja escuchar bien! ¿Qué habías preguntado?

—Si le gustaba alguien en sus clases.

Parpadeé, sacudí la cabeza. No. Eso no era lo que había dicho. Eso no era lo que yo escuché.

—N-Nadie —farfullé, y las exclamaciones de escepticismo me respondieron.

—¡Ay, por favor! —continuó la chica de la cerveza, junto con furiosos ademanes, como si fuera un político en medio de un apasionado discurso—. Tiene qué gustarte alguien, aunque sea un poquito.

La cabeza me daba vueltas mientras el ambiente festivo regresaba al lugar. ¿Qué había pasado? Yo seguí negando con la cabeza.

—Llegué hace unos días, realmente no he tenido tiempo para-

—¡Buu! ¡Mentirosa!

—Los hombres me dan asco de todos modos —farfullé y traté de ocultarme detrás de mi vaso, fingiendo tomarle.

Mi vida es un CLICHÉ [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora