La Presa

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Era el comienzo de un nuevo dia e Izuku deambulaba por el bosque tratando de captar algun rastro.

Su orejas estaban erguidas ante cualquier amenaza y su cola ondeaba detrás suyo.

La pregunta que cualquierq se haria es: ¿Porque un especie nocturna y social se encontraría cazando de dia y sola?

Eso es fácil de explicar. El lobo peliverde tenia un pequeño defecto...no intimidaba en lo absoluto.

Su baja estatura, redondo rostro lleno de pecas y grandes ojos jades provocaban suspiros de ternura más que aullidos de terror.

Y eso sumado a su torpeza y timidez habitual lo hacian más merecedor al premio al peor depredador.

Ninguna manada quería un lobo macho que no pudiera cazar con eficiencia. Y los alfas que si lo querían en sus manadas era con intenciones nada santas.

El pobre pecoso debía cazar de dia, donde no se topará con otros lobos.

Hace un par de días que no comía nada, había tenido suerte de encontrar hace una semana un cuervo que se desoriento y golpeo contra un árbol.

Estuvo sobreviviendo comiendo muy poco. Pero ya se le había acabado. Su ropa estaba desgastada y era casi inservible, los colores verdes y negro solo le servían un poco de camuflaje cuando era necesario.

Si no conseguía algo iba a desmayarse del hambre. Tal vez debería volver a la manada de su padre rogando que lo acepten.

No, primero muerto que volver con el sádico de su padre. Su madre murió al darlo a luz y desde entonces lo odiaba.  Después de todo, los lobos solo se emparejan una vez en la vida.

Iba a aceptar su triste realidad, cuando un dulce olor llegó a su nariz.

Sus pasos se dirigieron hacia él. Si su nariz no lo engañaba, el origen estaba a un kilometro de donde estaba... 

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-Pelos de mierda ¿Estas seguro que por aquí estaban las zanahorias?- refunfuñaba un rubio alto de ojos rojos. Sus largas orejas le aportaban aun más altura al conejo.

-Si hombre, no las logras oler porque no estamos a contraviento- le respondió otro conejo igual de alto, sus orejas al igual que su cabello eran negros y el rojo de sus ojos se asemejaba al de su compañero.

El rubio guardo silencio mientras seguía a su amigo de la infancia. Kirishima y él se conocían de nacimiento, las madrigueras de sus padres eran vecinas y se han criado jugando juntos.

Hace ya un año se decidieron independizar. Los gritos de su madre dañaban sus sensibles oídos y los sobreprotectores padres del otro, lo asfixiaban. Hicieron su madriguera bajo un gran árbol, que les aportaba seguridad, sombra y unas comidas hojas para el refugio.

Lo bueno de ser herbívoros era la facilidad de conseguir comida. El bosque abundaba de verde, pero no de las deliciosas joyas naranjas , las zanahorias. Estás eran codiciadas por todos los herbívoros y nunca llegaban a su madurez completa antes que algún idiota decida comerla.

Por eso cuando su amigo le menciono la existencia de dichas delicias en un prado en territorio de caza de lobos, no dudaron en ir a buscarlas . Era una zona alejada de los habituales lugares de acecho de esos híbridos. Carente de vida animal de la que puedan alimentarse y de difícil acceso al tener que subir una pequeña pendiente.

Los carnívoros eran demasiados estúpidos como para tender trampas y demasiado orgullosos para hacer un esfuerzo tal para cazar herbívoros. Y esa era su ganancia

No es que le tengan algún tipo de miedo a esos estúpidos lobos. Ellos mismos le han pateado el trasero a uno cuántos en el pasado. Sus físicos muchos más músculosos que el promedio de los conejos , excepto por el gran Rabbit AllMight, y sus poderosas piernas han sido la perdición de muchos.

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