Los Dioses han sido olvidados, alguno de ellos bajan a la tierra para encontrarse con su lado más humano. Dejándolos formar parte de problemas que acongojan a los mortales.
Relatos sobre los Dioses del Olimpo.
Era un lugar con un clima templado, rodeado de bosques y playas, entre ellos paseaban los animales más bellos jamás vistos por los ojos de los mortales y a la intemperie habitaban ninfas sucumbidas por sus más débiles pasiones.
En la ciudad, sus calles eran de oro y mármol, sus recintos resplandecían, todo dejándolo en una perfecta armonía. Miles de humanos trataron de llegar a querer tocar son con las yemas de sus dedos el piso del olimpo, ninguno lo logro.
Todos aquellos simplones mortales deseos de nuestra divinidad y ahora, ahora no tengo la vida más que de un simple mortal, después de la llegada del cristianismo los humanos fueron dejando de creer en nosotros, ilusos que creían que todo el peso del universo estaba a manos de un solo Dios.
Ya no existía quien alimentara nuestro ego, aunque algunos Dioses mantenían la esperanza de que los humanos regresarían a nuestro encuentro, no fue así, solo por tradición en pocas ocasiones realizaban sacrificios, a medida del abandono de los humanos, los Dioses les dimos la espalda. Haciendo que esto desatara guerras, sequias, oscurantismos, conquista de territorios, revoluciones y gobiernos corruptos. Desde esos días las deidades divinas juraron no volverse a los humanos a menos de un arrepentimiento genuino.
Varios de nosotros bajamos al mundo de los mortales, íbamos y veníamos, sin embargo decidí quedarme en la tierra un tiempo, divertirme con mujeres y probar de sus manjares, aunque ninguna fiesta era como las de Dionisio, más sin embargo me entretenían. Más sin embargo Zeus, un día me llama, voy a su encuentro y me hace saber, que la condición para poder seguir en el mundo de los mortales, es compartir vivir con Atenea. A pesar de nuestra enormes diferencias, milenios atrás, absedí a la propuesta de mi hermano. Antes de volver a mi nuevo hogar me advirtió que tenía prohibido trata de abusar de Atenea, o cualquier cosa que se le asimile. Posterior a ello Atenea comenzó a vivir en mi apartamento, (Una de las condiciones de Zeus). En un principio acostúmbranos nos fue difícil, mete en una caja de cartón al poderoso rey de los mares y a una mujer detestable... El resultado no es el más óptimo. Sin embargo, a pesar de largas batallas y problemas que pareciesen no tener un fin, después de un tiempo se pudo llegar a una ''Buena convivencia''.
....
- Atenea ¿Extrañas nuestro hogar?- Pregunto Poseídón, sin dejar de mirar la pecera de la sala.
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-Un poco, ¿Por qué?- Respondí -Siento que me estoy '''Humanizando''- Seguía con la vista perdida en aquella pecera.
Creo que tenía miedo, aunque no me atreví a preguntar, probablemente lo negaría y se alejaría, quizá sería buen momento para confesar lo que tanto espero por contarle.
-Yo también me siento así... A veces
Poseidón me volteo esporádicamente, quizá no esperaba esa respuesta, se levantó, camino por la sala de estar, quedando frente a mí. Se cruzó de brazos, esperando a que volviera a hablar.
-Desde mi nacimiento, fui la Diosa con más Sabiduría, sabía que como mantenerme alejada de los hombres, ser moderada y no caer en vicios, era ejemplo para tantas mujeres... Y después de llegar aquí, después de conocer a tantos humanos, siento como todo aquello se me va yendo de las manos.-
Después de decir todo aquellos, había algo raro en los ojos de Poseidón, aquel verde de sus ojos se miraba tan vacío, no como siempre, si le ponías poca atención a sus ojos era como perderte entre las olas del mar.
-Necesito agua...- Dijo rápido y se fue.
No era raro de Poseidón, era tan impulsivo, terco y malhumorado, pero aun así tenía algo atractivo, no solamente eran sus ojos mar, o las cicatrices de su pecho, marcas de todas las batallas por las que pasó, era algo más, algo que ni siquiera yo podía descifrar.
Durante siglos me pareció inútil el sucumbir ante un varón, ya sea mortal o inmortal, pero él, el gran rey de los mares... Me gusta
