II

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Al abrir sus ojos se encontró en su casita del árbol, la cual le trae demasiados recuerdos.
El rubio se sentó en el borde y volvió a bajar los parpados, sintiendo la madera en la que había pasado todas sus tardes en la niñez, y la que había quemado en su adolescencia. Escuchaba la risa de su padre, los grillos en las noches de verano, como también el ruido de la madera quemándose, quebrarse, desmoronarse; el aroma de galletas y el olor a humo. Lo que antes era su posesión más preciada era ahora una pila de carbón que simbolizaba su adiós a la infancia, si es que alguna vez tuvo una de verdad.

"No es justo" pensaba. Todo esto, no significó nada. Bolo debería haberlo salvado, debería haber hecho algo, cualquier cosa. Y sin embargo aquí estaba.

Estaba destinado a perder a quienes amaba. Su padre, sus amigos, hasta su mamá lo abandonó. Él se levantaba cada vez que la vida le daba una cachetada, pero ahora ya no había nada por qué luchar, solo su supervivencia, tal y como pasó en su adolescencia.

Era injusto. Todo culpa del maldito Lord Comandante y de los titanes. ¡Nunca pidió ser parte de algo tan retorcido! ¡Nuca tuvo malas intenciones! ¡También él merecía la felicidad! ¿Es que acaso gente como Lord Comandante tenía más derecho a retorcerse a carcajadas al ver que sus planes funcionaban?

Al abrir los ojos, furioso, observó que la madera se quemaba a su tacto.

Todo era una mierda. El universo lo odiaba y el sentimiento era mutuo.

Los ojos se humedecieron, había un nudo en su garganta, y en un arranque de ira empezó a golpear el piso con todas sus fuerzas. Su puño atravezaba el mismo fuego que formaba y la madera que lo alimentaba. Cuan más fuerte era su puñetazo, más rápido se extendía en fuego, hasta que se encontró rodeado por este; quemando todo a su alrededor y a la vez a el mismo. Talvez es eso lo que la ira provoca. Cada vez que una lágrima caía, el fuego se disipaba un poco, solo para volver a encenderse gracias a otro golpe.

Entre las llamas, una figura se materializó, siendo el mismo Lord Comandante.

El rubio quedó paralizado, y después de un par de segundos, intentó golpearlo, pero simplemente lo atravezó.

—Hola El Gary— dijo, con su típica sonrisa macabra.

—¡Vete a la mierda!— gritó el rubio. Gritó tan fuerte que su garganta le empezó a doler. Eso, mezclado con el nudo que tenía en esta, daba una sensación de angustia insoportable. Trató de lastimarlo de alguna forma otra vez, fallando miserablemente, haciendo que su furia crezca.

—No puedo, verás, si no ¿cómo te explicaré la manera de salir de aquí?— dijo su contraparte mientras miraba con disfrute el sufrimiento de Gary.

—¡Tú no me explicarás nada! ¡Nada de nada! ¡Eres una mierda, vas a jugar conmigo hasta que te termines aburriendo! ¡Muerete!— Gary no sabía exactamente si era posible que sus cuerdas vocales se rompan, pero esos gritos tan feroces no le harían ningún bien, eso seguro. Hasta escupía sin querer. — ¡Lo único que me hace feliz es saber que si tu estás aquí, significa que estás muerto! — agregó, esta vez más bajo, pues su voz ya se estaba quebrando.

La sonrisa de la figura en llamas se ensanchó.

—Lamentablemente, no lo estoy— respondió, acercándose al rubio —es difícil matar a tu propia ira, a menos que te mueras con ella—

—¿De que hablas?—

—Mira a tu alrededor Gary. Eso es. ¿Qué es lo que ves?— dijo el Señor Comandante, poniendo sus manos detrás de su espalda.

Gary miró a su alrededor, con el corazón todavía en llamas por su ira. Y al igual que este, la casa estaba ardiendo.

—Mira tus pies, El Gary— el chico obedeció, rechinando sus dientes cuando oyó su famoso e insoportable sobrenombre —. Están quemándose con la casa—.

—¿Y? Como si te importara— respondió el humano, tratando de apagar el fuego. Pero sin importar sus esfuerzos, este no dejaba de esparcirse. Y empezaba a quemarse su piel junto con las botas.

—Ese fuego no lo vas a poder apagar con agua, El Gary— dijo el más bajo —. Pero para salir de aquí, vas a necesitar apagarlo antes de que te consuma— sentenció, juntando las yemas de sus dedos en un gesto de malicia.

A Gary le dieron ganas de sacarle el brazo al otro. Pero si había una mínima posibilidad de salir de ese lugar, entonces debía tomarla. Sólo quería matar a su enemigo. Quería hacerlo sufrir. "Concentrate Gary" pensó. Ok. El tipo le acababa de decir que era su ira o algo así. Para derrotarlo, debía controlar su enojo. Tal vez. Algo así. Era difícil pensar mientras empiezas a quemarte vivo. O estando enojado. Debía calmarse entonces.

Cerró los ojos, respiró profundo. No valía la pena gastar su energía en alguien tan odioso como el Señor Comandante. No podía estar toda su vida enojado y buscando venganza. Si tenía que dejar de lado su enojo para seguir viviendo lo haría. No le daría el gusto al dictador. Además, si gastaba su vida en tratar de matarlo o algo, se convertiría en esclavo de su enojo, y junto a este, del alienigena. Lo que debía hacer es salvar a su familia. Y si no podía, salvar al mundo. No, a todo el universo, como le había prometido a su padre.

Cuanto más se calmaba, el fuego se apaciguaba, hasta que su casa dejó de contener sus llamas.

Su casa en el árbol volvió a ser un cúmulo de cenizas y madera. Pero al parpadear, se encontró otra vez en el lugar oscuro y silencioso del principio.

—¡Gary!—

—...¿Avocato?—

𝚎𝚛𝚊𝚜𝚎 𝚝𝚑𝚎𝚖 𝚐𝚊𝚛𝚢 - 𝚏𝚒𝚗𝚊𝚕 𝚜𝚙𝚊𝚌𝚎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora