Capítulo 1.

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22 de diciembre de 2014.

Las fiestas navideñas y de año nuevo siempre me gustaban. Me encantaba estar con mi familia, charlar y comer muchos dulces acompañada de mi hermano mayor Quentin.

A la hora de cenar, decidimos poner una película de comedia en la que salía el famosísimo Adam Sandler. Mi papá, que era muy fanático de él, discutía con mi hermano sobre cuál ver.

─Papá esa ya la vimos un millón de veces ─protestaba Quentin mientras se tiraba en el sillón.

─Pues la veremos un millón y una vez más.

─ ¿Al menos podrías cambiarla? A Como si fuera la primera vez ya la vimos ayer ─siguió reprochando mi hermano.

─No me interesa, y más te vale que cambies esa fea cara que tienes y traigas los refrescos porque no obtendrás regalos de mi parte ─contestó mi papá señalándolo con el dedo.

Al cabo de varios minutos estábamos sentados en el sofá y comiendo palomitas de maíz.

Mientras me reía y revisaba mis redes sociales, el timbre de casa retumbó en todo el living haciendo que me exaltara. Era bastante tarde como para que alguien viniera.

─Iré a ver quién es ─dijo mi madre quien se paró de inmediato dejando su frasco con palomitas a medio comer, al lado de donde se sentaba mi padre.

Sentí sus tacones chocando contra el piso hasta que abrió la puerta y vimos a mi querida abuela Mary Kate.

─¡Buenas noches a todos! ─gritó de la emoción. Miré a Quentin quien se estaba durmiendo en el sillón y lo moví para que pudiera darle la bienvenida a la abuela. Me acerqué a ella.

─¡Abuela! Llegaste por fin ─le dije dándole un abrazo. Su abrigo dejo unos pequeños copos de nieve en la alfombra. Estaba casi congelada.

─Si, mi querida Gen, iba a llegar hace dos días pero mi vuelo se atrasó. Lo siento ─rió y su labial rojo la hizo parecer la persona más plena del mundo.

─Está bien, lo importante es que ya estás aquí ─le sonreí.

─Sí, bueno, ¿y tu hermano? Les he traído varios regalos adelantados de Navidad y otros que quería solamente comprarles.

─Quentin está...─señalé con el dedo hacia el sillón pero ya no estaba. Y justamente apareció detrás de mi dándome un susto.

─¡Aquí! ─gritó mientras me despeinaba el cabello.

─Oye, no hagas eso, ¿quieres? Después tengo nudos horribles ─le reproché.

─Ay ya cálmate. No es para tanto ─se dirigió a la abuela mientras me daba un empujón.─Hola abuela. Te extrañé. ¿Qué tal Toronto?

─Cariño, deja de molestar a tu hermana, ¿si? ─le dio una miradita de esas que me solía dar mi mamá cuando rompía algún vaso de vidrio por estar corriendo en la cocina.─Y si, estuvo fantástico. El clima es hermoso y estaba pensando en que tal vez debería de mudarme allí.

─¿Deberías? ¡Deberíamos! ─animó mi hermano. A toda costa quería dejar el país. Decía que era muy aburrido.

─Ay hijo, ya hablamos de eso. Tu hermana quiere seguir estudiando aquí. En este estado. Y en este país ─mi mamá le puso una mano en el hombro y mi hermano se tensó.

─¿Y nunca me preguntaron qué es lo que yo quiero? ─mi hermano cambió su postura de inmediato. Ya no estaba en modo molesto y burlón, su semblante se puso serio, y el ambiente en la cocina también.

Mente DistorsionadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora