Capítulo 2.

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2017

Como toda temporada alta en el campamento de Wyoming, teníamos mucho que hacer: mesas que limpiar, reuniones que organizar y personas que aguantar.

La alarma sonó. Moví mi mano que estaba literalmente pegada a mi mejilla y tomé el despertador. Una vez que lo apagué, me estiré y esperé unos segundos para dirigirme al baño a ducharme. Me miré al espejo, tenía una marca roja de mi mano en mi mejilla, mi cabello estaba todo esponjoso y mis ojeras eran notables. Cuando salí, vi que mi compañera de cabaña, Harriet, seguía durmiendo plácidamente como si no tuviera que trabajar.

─Harriet, levántate ─la moví de un lado a otro pero seguía sin conseguir que se despertara.─Vamos, despierta ya. Vas a hacer que nos echen de aquí y no pienso volver a casa.

─Ya...enseguida despierto mamá. Estamos de vacaciones.

─Harriet, ¡ya basta! ¡Despierta de una buena vez!─moví toda la cama en donde dormía hasta que se levantó con todo su rulos rebeldes y rojos sobre su cara. Estaba hecha un desastre.

─ ¿Qué pasó? ¿Hubo un terremoto? ─me preguntó con la respiración toda agitada. Yo sólo reí.

─Sí, eso pasó exactamente. Ahora levanta tu flácido trasero que debemos trabajar.

─Ya voy, ya voy. Eres una pesada ─me dijo dirigiéndose al baño para estar masomenos una hora entre lo que se maquillaba y peinaba. Pero antes de entrar al baño me dijo ─Tu trasero está más flácido que el mío.

─Si no sales en máximo treinta minutos, estarás muerta, Jones ─inmediatamente cerró la puerta detrás de sí.

Ya que había logrado mi primer objetivo de todos los días, que era el levantar a tiempo a Harriet, aproveché para acomodar un poco la cabaña.

Anoche trabajamos hasta tarde y no habíamos podido recoger ciertas cosas que utilizamos antes. Sólo regresamos y nos tiramos en la cama, como si fuéramos muertos. Hice la cama y la de Harriet también, porque si voy a esperar que ella se digne en hacerla, no llegaríamos a tiempo.

Al paso de unos treinta minutos, mi amiga salió del baño como si fuera otra persona. Sus rulos estaban perfectamente ondulados, y su maquillaje era sutil pero sin ningún error. Lo que no combinaba con toda ella era el horrible atuendo que nos obligaban a usar los del campamento.

─Tengo que recordarme todos los días lo pobre que soy, sólo para seguir trabajando aquí. Porque si fuera rica, obligaría a todo Wyoming a que cambiaran este estúpido uniforme ─refunfuñó la pelirroja mientras se ponía la camiseta de color caca que nos habían dado el primer día que llegamos aquí.

─Bueno señorita revolucionaria, ¿ya está lista para comenzar este día? ─le dije abriendo la puerta de la entrada.

─ ¡Espera! ─chilló.

─ ¿Qué es lo que pasa ahora? ─impacientemente le dediqué una sonrisa falsa.

Harriet sacó de su bolsillo un pequeño espejo y su labial rojo para ponérselo y guardarlo nuevamente.

─ ¿Llevas eso a todos lados? ─le pregunté.

─Obvio ─me sonrió alegremente para luego salir por la puerta.

Mente DistorsionadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora