Capítulo 1: Ojo por ojo

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El youkai recién salía de su hogar, luego de una muy buena siesta. La oscuridad nocturna cubría el cielo, interrumpida por los destellos de las estrellas y una gran luna llena. Como de costumbre, se encaminaba hacia el subterráneo, lugar en el que pasaba la mayoría de sus días.

—Heh. Los oni son criaturas sorprendentes, sin duda alguna —se decía a sí mismo. Varias horas antes había retado a un duelo a uno; luego de tomar de más, por supuesto. Esa pelea había terminado en una humillante derrota para él, quien se encontraba en aquel momento en un estado de ebriedad que su contrincante no sufría. Afortunado fue, sin embargo, ya que una buena amiga tuvo la amabilidad suficiente de cargarlo hasta su casa en la superficie.

La gente del Subterráneo siempre le había parecido más interesante que los habitantes de la superficie: se trataban de gente más energética, aunque eran también capaces de sentarse a tomar té o sake tranquilamente. Todos eran youkai, tal y como él. Gran parte de ellos disfrutaba jugarles bromas a los humanos, con el fin de ver sus rostros palidecerse y salir corriendo a los gritos. ¿Qué cosa mejor que darle un buen susto a un humano?

Abriendo su capa para amortiguar la caída, se lanzó dentro del mismo pozo de siempre. Se mantuvo en descenso lento por unos cuarenta segundos, hasta que aterrizó sutilmente. El fuerte olor a polvo y la gran falta de luz a los que tan familiarizado estaba se hicieron presentes; ahora era cuestión de volar un buen rato hasta encontrar el puente a la Antigua Capital. Ya conocía el camino como la palma de su mano, por lo que perderse le era casi imposible a menos que haya ocurrido un desmoronamiento. Acomodándose su sombrero, se preparaba para emprender vuelo, pero un sonido que bien conocía se oyó levemente a sus espaldas.

—Kisume, ¿cuándo te darás por vencida? No soy un humano, sabes —soltó, sin mirar hacia el origen del sonido.

—¡Gah! ¡Siempre me descubres de algún u otro modo! —se quejó quien sea que se encontraba detrás, para luego aparecer delante de él. Se trataba de Kisume, una tsurube-otoshi que ya conocía hace mucho tiempo. Lucía como una niña de ojos marrones, su cabello de un color verde oscuro con dos coletas a cada lado y vestía ropajes blancos. Se encontraba dentro de su balde de madera, como siempre... Parecían ser inseparables.

—Quizá deberías ser más sigilosa. Haces demasiado ruido con ese balde que tienes. Aunque más que darte consejos para que puedas seguir molestando, creo que debería darte una lección por intentar haberme asustado tantas veces ya... —dijo el hombre, con una mirada amenazante y una maliciosa sonrisa.

—¡¿Q-Qué?! ¡Era una broma, Keikuro! ¡Como si tú no hubieras hecho nada antes! —se defendió la chica, alejándose poco a poco de él.

—Aha, no sé, hay ocasiones en las que mi memoria funciona mal... —respondió, abalanzándose repentinamente hacia Kisume y tomando su balde por los bordes, lo cual la tomó por sorpresa.

—¡Waaah! ¡Ayuda! ¡Yamame! ¡Socorro! —gritó desesperada la niña, quien fue silenciada tras caer al suelo luego de que Keikuro volteó el balde y lo agitó varias veces.

—Veamos, veamos... ¿Qué guardas aquí dentro? Espero que sea algo más que polvo... Oooh, ¿qué es esto? —dijo, sacando del balde un esqueleto falso—. ¿Un esqueleto? Esto debe de ser muy útil para asustar. ¿Te importaría si lo tomo prestado?

—¡Devuélveme mi balde, Keikuro! ¡O verás lo que te espera! —gruñó ella, saltando para intentar tomar su balde de forma inútil. El intento sólo resultó en una risa del hombre.

—Podría quedarme horas viendo cómo una enana intenta recuperar su juguete... ¡Qué tierna, jajaja!

—¡Tierno será cuando te corte la cabeza! ¡Dámelo!

Majestuoso y Misterioso Fenómeno AstralWhere stories live. Discover now