Capítulo uno.

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¿Alguna vez te has sentido encerrado dentro de ti mismo?

Como que eres sólo un envase. Una jaula. Y hay alguien gritando por libertad dentro de ti.

Alguien a quien tienes oculto; tú mismo, porque temes ser más lastimado de lo que ya lo has sido. Entonces ocultas a ese otro tú detrás de una sonrisa brillante y ojos con ojeras, para protegerte... pero ahora, en vez de que alguien más te haga daño, te has convertido en tu propio monstruo.

Y en vez de odiar a otras personas, te odias a ti mismo.

Jimin se sentía justamente así. Cuando estaba con su pequeño grupo de amigos (a penas dos personas), siempre se mostraba comprensivo, hablador, gracioso y sonriente. En esos momentos, Jimin estaba bien.

Y sí, muchas de estas veces su actitud era genuina. Sus amigos eran como una recarga emocional para él. Los amaba. Pero luego estaban estos momentos en los que su mente le jugaba una mala pasada y le convencía que aquello era pura condescendencia y que en realidad estaban con él por lástima.

En esos ratos, el rubio prefería mantenerse alejado de los otros dos chicos hasta que todo pasara, y estos lo entendían. Jimin había sido bastante claro con ellos. Les contaba de sus sentimientos y ellos no hacían nada más que apoyarlo. Si necesitaba compañía ellos estarían ahí y, si necesitaba espacio, ellos jamás insistían.

Jimin siempre fue alguien sumamente sensible; las injusticias le hacían enojar e incluso podía llorar si es que veía a un animalito demasiado tierno como para soportarlo.

También era sumamente multifacético. Al principio, cuando Jimin a penas estaba conociendo a Taehyung y Jungkook, estos dos últimos casi siempre quedaban algo confundidos por la versatilidad de estilos que Jimin mostraba. Podía lucir angelical un día y al otro verse como todo un fan del rock n' roll. Sólo era su forma de ser, y con el tiempo estos se dieron cuenta que simplemente era algo natural en él.

Ahora, ¿qué había pasado?

Pues Jimin no lo sabía con exactitud. Todo había comenzado casi un año atrás, luego de su mudanza a Seúl para asistir al conservatorio de danza.

Su padre se enteró de su homosexualidad y desde ahí todo fue un caos en casa. Se estaba desgastando mentalmente, así que consiguió una beca y se fue de ahí.

Luego de eso, su abuela paterna había muerto y ni siquiera le permitieron ir al funeral. Toda su familia le había dado la espalda y ahora él estaba sólo.

Se dijo a sí mismo en ese entonces que lo superaría. Que sería fuerte y todo estaría bien. Pero, de pronto, esta sensación de vacío infinito dentro de él se instaló en su pecho y nunca quiso irse.

Poco a poco, sus ojos comenzaron a ver el paisaje cada vez más gris, más crudo, más triste... pero él no se dio cuenta sino hasta que estaba ya demasiado hundido en aquel hoyo oscuro y maloliente que es la depresión.

Sí, Jimin estaba deprimido y lamentablemente no tenía el dinero para buscar una ayuda profesional. Gracias al cielo tenía una beca para estar en el conservatorio y con su trabajo en la compañía de baile a penas y lograba pagar la renta, la comida y algunas de sus deudas.

Vivía en una parte humilde de la ciudad. No era horrible. Era un vecindario tranquilo y limpio, pero su apartamento consistía en una sala/cocina, una habitación con un pequeño baño dentro y un minúsculo espacio de lavado. Lo bueno era que tenía un balcón y su vista era simplemente hermosa. Pasaba la mayoría de su tiempo libre ahí, sentado en un angosto sofá de exterior, que aún seguía pagando en cuotas.

No se quejaba, de verdad que no. Estaba agradecido de tener un techo sobre su cabeza y la capacidad de vivir dignamente. Además, estaba el baile. Adoraba bailar con toda su alma. Esa era su terapia, su alivio. Sólo deseaba y rezaba porque algún día lograra hacer ahorros y estar un poco más cómodo económicamente.

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⏰ Última actualización: Feb 06, 2020 ⏰

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