capítulo 1.

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Raoul tiene claro que es el mejor alumno de la universidad de bellas artes, o lo que también se puede llamar "su talento oculto", pues antes de esas navidades en las que sus padres le regalaran unos carboncillos, no sabía que tenia tal devoción por el arte y que se le daba tan bien.

Todos sus trabajos habían sido lo común que le pedían en la universidad, no había hecho nada extra ni iba a ninguna escuela de arte aunque le encantaría, pero de momento no podía permitírselo, ya que prefería luchar por sus sueños él solo, sin ayuda económica de sus padres y por el momento no podía permitírselo, aunque solía ahorrar una parte del dinero que cobraba trabajando como modelo para podérselo permitir.

Cada uno de los trabajos que le pedían en la universidad los hacía sobre anatomía, su parte favorita del arte, le encantaba plasmar con detalles el cuerpo humano, a poder ser desnudo. Pues su libro de bocetos estaba lleno de cuerpos, desnudos, de frente, de lado, de espaldas o como le apeteciera dibujarlos cada vez. Lo que tenía claro es que no quería que hubiera ninguno "parecido" todos tenían que ser únicos, porque todos los cuerpos son únicos.

Tenía una libreta de bocetos, llena de cuerpos, como el de su compañero de piso Alfred, su mejor amiga Nerea, o la novia de su mejor amiga, Aitana. Pero a esas personas ya llegaremos más tarde.

En la página trece tenía dibujada la silueta de un chico, con el que coincidia en el metro cada mañana al ir a la universidad. Siempre iban en el mismo vagón, pero nunca habían hablando, de hecho Raoul cree que el chico no sabe ni que existe, porque nunca le ha mirado, siempre va con los auriculares puestos, pendiente de la ventana, contemplando el paisaje e incluso de vez en cuando hace algún boceto, pues ya le ha visto varias veces con lápiz en mano. A Raoul le gustaría conocerle más, pues es el único, que por lo que ve está tan obsesionado como él por el arte.

Raoul siempre lo describía como "el chico del metro", parecía un chico culto, vergonzoso, callado, pero tenía un punto interesante, además era moreno, de todo, de ojos, de piel y de cabello, unos ricitos en el pelo eran muy característicos suyos, era total su prototipo de... amigo. Los que más le gustaba tener cerca, para establecer una... amistad.

Justamente hoy, Raoul no lo había visto hoy en el metro y no sabe porque pero echaba de menos verle, era una sensación extraña, como que era "necesidad". Cuando le veía sentía algo raro, y aunque no hubiesen hablado nunca ya sentía que podía confiar en él.

Además al chico se le notaba como falta de cariño, como si hubiera tenido un rechazo hacía poco tiempo, y eso le transmitía mucha pena, así que con más ansia quería hablar con él, para que tuviera el cariño del que, supuestamente, carecía.

Hablando de la libreta de bocetos, abierta por la página trece, se me había olvidado describir, el característico lunar que tenia "el chico del metro" en un lado de la nariz, pues en todos los bocetos que Raoul hacía sobre él, salía el lunar.

A Raoul le encantaban los lunares, le parecían algo muy característico de una persona, y le gustaba descubrir lugares nuevos donde podían haber lunares.

Raoul tenía un lunar muy característico, justo en la zona de la comisura del labio, y le encantaba, aunque a veces la gente lo confundía con una mancha de chocolate y no había persona que no se lo dijera.

Era hora de volver a coger el metro, para ir a casa a hablar con Alfred, a ver si ya había llegado el correo electrónico que llevan esperando tres meses, para saber si ha entrado en la escuela de arte que tanto le estaba costando ahorrar para pagársela o no.

Cuando cogía el metro por las tardes no solía ver al chico, se ve que tenían horarios diferentes. Por lo que Raoul intuía, el chico no iba a la universidad porque se bajaba unas dos paradas antes que él, justo en la parada de al lado de la escuela de arte a la que Raoul quería ir.

Raoul iba en el metro con sus auriculares y la música todo lo alto que se podía, y cuando le quedaban unas dos paradas, olió la colonia. Otro detalle que se le había olvidado nombrar, la colonia del chico del metro, era muy característica de él, olía genial.

Raoul giró la cabeza hacia el asiento donde se solía sentar "el chico del metro" y efectivamente ahí estaba. Era su oportunidad, era la oportunidad para hablarle que tenía.

Raoul dejó pasar cinco minutos, tampoco los dejó pasar sin hacer nada, se dedicó a mirarle desde su asiento, mientras el chico del metro dibujaba el paisaje que se podía ver por la ventana.

El chico del metro giró la cabeza hacia el asiento donde estaba Raoul, y este giró la cabeza hacia su libro de bocetos corriendo.

- Hola - dijo "el chico del metro" a Raoul.

Raoul no se giró, pues pensaba que no iba para él.

- Hola - repitió "el chico del metro" esta vez un poco más alto.

Raoul se giró y le miró.

- ¿Me decías a mi? - dijo Raoul un poco vergonzoso.

El chico del metro asintió con la cabeza y con total libertad se levantó y se sentó en el asiento de al lado de Raoul.

- Te he pillado mirando mi dibujo del bosque - dijo "el chico del metro" señalando su último boceto.

Raoul sonrió de oreja a oreja haciendo que se le achinaran los ojos.

- Es muy bonito

- Gracias, a mi tambien me gusta un boceto tuyo, ese de una chica, apoyada en la ventana, es precioso. - dijo "el chico del metro" con gran admiración.

- ¿Este? - Raoul abrió su libro de bocetos, justo por la página doce, - justo la página de antes en la que tenía los bocetos del chico- donde estaba el dibujo de su mejor amiga Nerea, en la ventana de su habitación.

- Si, justo ese, es precioso. - El chico pasó la mano por el boceto.

- Seguramente tenga muchos errores, aún estoy aprendiendo. - comentó Raoul, para no dejar la situación en silencio, aunque era un silencio bastante cómodo, la verdad.

- Está bien, quizás aquí, puedes - el chico del metro le cogió el lápiz de la mano a Raoul - hacerle así, - deslizó el lápiz sobre el papel marcando más las facciones de la chica - así perfecto - el chico del metro sonrió -

Ambos se miraron.

EL CONTRASTE || RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora