Tus suspiros inundan el aire invernal que rodea nuestro lecho y yo solo estoy ahí observándote, preguntando ya cuantas primaveras he compartido contigo. Esperado el momento oportuno para desatar mis cabellos enredados entre tus dedos y así prontamente escabullirme del clima veraniego que escapa de tu piel
Más en el intento me pierdo al admirar tu nariz refinada y tu respiración acompasada. Y sin darme cuenta enredo mis piernas con las tuyas y mis lágrimas caen en tu pecho.
-Si tan solo pudiera dejarte- me digo, pero no hago más que afianzar el agarre de nuestras manos y cautivarme con aquel aroma que percibo cada que hacemos el amor.
-Si tan solo pudieras alejarme- te reclamo. Y río sola ante tal pensamiento, ya que por si solo has sido el comienzo de mi perdición. Pero, ¡¿Qué es el amor si no duele?!, ¡¿Cómo sabe el mundo que ha llegado la primavera sin haber sentido el helado invierno?!
¡¿Cómo puedo yo reclamar cuando siempre he deseado morir de amor?!
Y entre estos pensamientos noto que ya despiertas y me enredas con el alma. Mientras que el olivo de tu mirada culpable pregunta insensatamente si estamos bien.
Es ahí cuando quiero odiarte, es ahí cuando intento zafarme desesperadamente de este enredo. Es ahí cuando logro levantarme y un dolor indescriptible pasa por todo mi cuerpo, haciéndome caer frente a mi reflejo donde observo cada mordida que me has hecho con motivos de posesión.
Y tú yaces ahí observando, queriendo evitar mi caída. Mas no estiras tu mano ya que la tienes atascada en tu obsesivo orgullo que no te deja ser tocado por alguien. ¡Y yo, más quiero odiarte! Por tu cobardía, por tu miedo, por ese enfermizo sentimiento de que nadie puede palparte, pensando que ese simple roce puede detenerte en tu camino ya negro.
Sin embargo, mis entrañas solo hacen arrastrarme hasta volver contigo al cálido lecho, por que de alguna manera pienso que somos iguales. Te pido obsesiva que me hagas tuya, que me dejes más marcas y me embriaguez de tu enfermedad en un pobre intento de conectar nuestras sinfonías y apartar aquella soledad que por mucho tiempo nos ha acunado.
Y es en ese preciso momento que tu soberbia vuela bajo en un tiempo paralizado, ese instante en que me envuelves en un abrazo necesitado que se me hace tan cálido como eterno.
Es ahí cuando entiendo que mientras yo quiero odiarte, tu quieres amarme.
Y es ahícuando comprendo que nadie cumplirá con aquellos anhelados deseos.
YOU ARE READING
Con mis plumas negras
RandomHe aquí una pequeña colección de poemas que he escrito en algunos años. Considero que han sido de gran ayuda en ocasiones donde realmente no sabes como lidiar con la vida en sí. No diré que son buenos o malos, simplemente son parte de mi y eso me ba...