Observé vagamente el recorrido de un riachuelo de sangre sobre aquel cristal que tantas veces desée romper, milésimas de segundo más tarde este estalló, dejando visible mil pedazos.
Pedazos que durante siglos habían sido la protección del caos, la separación entre los dos mundos.
Quedé atónita contemplando la belleza de aquella lluvia de diminutos cristales. Entonces, comprendí que era el fin, no había vuelta atrás.
Nunca me había imaginado en esta situación, teniendo en cuenta de que en aquel entonces no tenía ni idea de tal peligro.
Aquellos pensamientos tanto despreciables como imprescindibles corrían el peligro de no volver a rondar en mi cabeza, ni en la de ningún otro mortal.
Acababa de marcar el posible fin de la consciencia, de los valores, de la moralidad , de la vida en si.
Había creado una guerra entre entes y seres vivos que podría acabar manifestandose como un nuevo mundo dirigido por la avaricia y el autoritarismo total de ellas, les había dado paso a invadir nuestros cuerpos , a entrar en nuestras mentes, a ser dueñas de nuestras consciencias y a gozar de aquel mundo que tanto añoraban.
Yo, solamente yo y mi egoísmo habían sido creadores de esta catástrofe.
Estaba cegada, bloqueada, solo pensaba en mi, en volver a verlos, recordar sus caras, pedirles perdón por todo el daño que les llegué a hacer en su momento, por no haberlos apreciado a su debido tiempo, necesitaba quedar en paz con migo misma y borrar ese sentimiento de culpa que se aferraba a mi.
Si tan solo no hubiesen cogido ese avión, si hubiese ido con ellos a aquel viaje...Ahora mismo estaríamos juntos, en un mundo o en otro, pero estaría al lado de mi familia y nada me hubiese impulsado a cometer tal error.
Bien cierto es aquello de que no se aprecia lo que se tiene hasta que se pierde.Pagaría lo que fuese por una discusión más con mi hermano, por un grito más de mi madre o una última bronca de mi padre.
Aún que es verdad que últimamente había un ambiente tenso entre nosotros, ya fuese a causa de mi madre y su costumbre de cerrar los ojos y dar la espalda a todo lo que sucedía a su alrededor sometiéndose así solo a su trabajo, o por las constantes llamadas del instituto respecto a Aarón y sus malas compañias, o por el afán de mi padre de refugiarse en el alcohol.