49: Más

15K 1.1K 452
                                    


18 de enero, 2019.

Enrosco mis dedos entre sí, con obvio nerviosismo, mientras avanzo el pequeño sendero que hay desde el portón de la casa de los Anderson hasta la puerta de entrada. Mi estómago parece lleno por una manada de animales salvajes, que continúan agitándolo. Y no es algo extraño en mí, encontrarme tan nerviosa, pero por primera vez siento que tengo razones para estarlo.

Se supone que es una especie de despedida, de última cita, o lo que sea. Y yo solo puedo relacionarlo con una, y solo una cosa: sexo.

—Estúpida... relájate de una vez.

Por supuesto que es Arthur quien aparece del otro lado del umbral una vez que toco la puerta, con una de esas sonrisas traviesas y luciendo una simple sudadera gris como si fuera Gucci. Algunos mechones de cabello le caen por la frente de forma desordenada, y no puedo hacer más que admirarlo y ser consciente de que dentro de un par de días, no podré verlo a diario.

—No creí que vendrías tan temprano —comenta. Frunzo el ceño mientras acepto la mano que estira hacia mí, y de la cual tira para adentrarme en la casa y cerrar la puerta luego.

— ¿Es temprano? —indago. Siquiera sé qué hora es. He estado sumida en una especie de nube durante todo el día.

—Es temprano para mí, que estoy acostumbrado a que llegues tarde a todas partes. —Suelto una risita nerviosa en cuanto se inclina hacia mí y toma mis labios con delicadeza. Sus manos se escurren por mi cintura, robándome un suspiro, pero antes de que pueda continuar disfrutándolo, Arthur se hace hacia atrás—. No me mires así, hay algo que quiero contarte.

— ¿Qué?

Si estamos poniéndonos demasiado cómodos en la entrada de su casa, no parece importarle. Me acomoda hasta que quedo apoyada sobre la pared, y él se coloca entre mis piernas. Una mueca incómoda adorna sus facciones.

— ¿Recuerdas las rosas de mi casillero? —indaga.

Como que eso arruina un poco el ambiente.

—Ajá.

— ¿Y el video que se filtró a principio de año?

—También.

Sus manos me estrechan contra él hasta que nuestras narices se rozan. No parece estar cómodo con el tema de conversación, pero es muy bueno para disimularlo. Mis latidos se aceleran mientras lo siento dejar un besito sobre mi barbilla, distrayéndome de sus palabras.

«Que Dios me salve».

—Ya se quien fue —murmura. Lo observo con incredulidad.

— ¿La misma persona?

Él asiente despacio.

—Sí.

— ¿Quién?

Creo estar viendo mal cuando observo una de sus comisuras alzarse con lentitud. No parece molesto en lo absoluto, pero tiene que estarlo, en el fondo. No se sintió para nada bien cuando filtraron el video, y saber quién ha sido... no creo que deba gustarle tampoco. La curiosidad me carcome el estómago mientras alarga la espera con un silencio.

—No te lo vas a creer.

— ¿Quién? —insisto.

—Agnus.

Cierro la boca de golpe, no me esperaba eso para nada. No éramos amigos para nada, pero de todas formas no puedo evitar que una pincha de decepción me sacuda el pecho. Tardo un par de segundos en reaccionar, segundos en los que no digo nada, y él me observa con atención.

Desastrosa perfección (AD #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora