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Pinkmilk estuvo internada por toda una semana.

Y durante la misma, un angustiado Arthit fue diariamente a visitar a su amada gata, quedándose con ella un par de horas hasta que creía que era hora de irse. No era como si no hubiera querido quedarse más rato, sino es que todo el día, pero le apenaba estar mucho tiempo allí y estorbarles a Queen y Kong en su trabajo.

A sabiendas de eso y también del crush que tenía su hermano con el muchacho, Queen varias veces le había insistido a Arthit que no había ningún problema por que se quedara todo el rato que quisiera, pues con él allí pareciera que toda la clínica resplandecía por su presencia... cosa que era en mayor parte por la boba pero deslumbrante sonrisa de su hermano debido a la mera idea de tener a Arthit a unos metros de distancia.

Pero se llega el viernes y, con eso, una simple frase que hace desaparecer por completo la sonrisa del chico del mostrador.

—Hoy daré de alta a Pinkmilk —le dice Queen a Kongpob esa tarde. —Yo ya me di por vencida contigo, ¡has visto a ese chico todos estos días y aún no lo invitas ni siquiera a tomar algo! —resopla, girando los ojos. —¡Apenas se dicen más que un hola!

Queen sólo susurra, pero Kong la manda callar con un gesto avergonzado, como si temiera que, a pesar de estar solos allí, alguien más pudiera oírlos.

En parte, Kong está feliz porque al fin le darán de alta a Pinkmilk, ya no creía poder seguir aguantando la expresión triste de Arthit siempre que venía a visitarla; pero por otra... baja la cabeza. Está avergonzado por lo segundo dicho por Queen, aunque debe admitir que es cierto. En toda esa semana, sólo intercambió un par de palabras con Arthit, limitándose a acompañarlo de a ratos mientras este visitaba a Pinkmilk mientras se recuperaba.

—¿Qué se supone que hiciera? —Replica a su hermana con el ceño ligeramente fruncido. —Su mascota estaba enferma. No soy tan descarado como para coquetear con él en circunstancias como esa.

La mujer gira los ojos y luego niega con la cabeza, llevando su mano al hombro de su hermano.

—Kongpob —empieza con un pequeño suspiro. —Siempre supe que eras un poco tonto, pero... Pinkmilk ha estado bien desde hace tres días. No la había dado de alta porque esperaba que tuvieras un progreso con el chico en lugar de estarle haciendo ojitos desde lejos. Sí, te he visto. Das pena, hermano.

—Pero ¿qué rayos, Queen? —Suelta Kong, indignado.

—No te preocupes, no le cobraré los días extra —resopla fingiendo estar ofendida. —¿Quién crees que soy? Sólo intento ser buena hermana. Sabes, siempre me gustó hacerla de cupido con mis amigas. Y ahora que estás trabajando para mí, decidí hacerte un favor con ese chico que te gusta.

Es el turno de Kong para girar los ojos, pero no puede evitar reír por el último comentario de su hermana.

—¿Y cuántas veces tuviste éxito, eh, Queen?

—Pfft... —Ella hace un ademán, luego apunta a su hermano, cambiando su semblante a uno serio. —Escucha. ¿Por qué no te le acercas hoy y le dices algo más interesante que un hola? Por la forma en que se sonroja cuando te ve, se nota que también le gustas.

—Supongo que lo intentaré —dice Kong, ahora más animado. Es cierto, Arthit se sonroja cada vez que se saludan.

—Pues inténtalo ahora, porque allí viene.

Eso, hace que Kongpob gire su cabeza rápidamente en dirección a la puerta de la clínica. Sin duda alguna, allí viene el muchacho en su visita diaria para revisar el estado de su mascota. Hoy se lo ve más tranquilo que otros días, aunque tan pronto como entra al lugar, como siempre sus mejillas se colorean de un leve rosa y sus hoyuelos se hacen presentes cuando esboza una tímida sonrisa.

PinkmilkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora