A su tienda llegó una niña llorando.
Usualmente el ruido hubiera sido lo suficientemente molesto para correr a ver lo que sucedía, pero estaba entretenido tratando de echar a un posible cliente que insistía, hasta la molestia, en comprarle una primera edición, por lo que pensó que quizá estaba haciendo berrinche a su madre, oh si, él había visto muchos berrinches... sobretodo cuando Crowley se negaba a ceder a algunos caprichos de un pequeño Warlock.Pero el cliente se fue, y el llanto seguía allí, ahora en hipidos.
-¿Sucede algo pequeña?- Preguntó al verla acurrucada entre dos libreros, sin ningún adulto cerca de ella que pudiera darle más razones. La niña saltó un poco de susto por la repentina intromisión, lo cierto era que lo único que quería era que no la encontraran, había corrido mucho y sentía sus pies lastimados dentro de sus ya no tan lustrosos zapatos. Sin embargo, la voz del desconocido, por alguna razón sin sentido, le daba confianza, así que levantó la mirada y con ojos rojos de tantas lágrimas (que enterneció a Aziraphale hasta casi la descorporación), comenzó a murmurar.
-Disculpa, pero no logro entenderte querida. Tienes que quitar tus manos de tu rostro- rápidamente supo extenderle un pañuelo que milagrosamente apareció en su bolsillo. -Aquí, límpiate un poco, ¿estás sola? Traeré un poco de té... oh no, los niños no toman té, ¿O si? Quizá un zumo. Lo siento, no tengo bebidas azucaradas, pero tengo unos bombones que—
-Té esta bien.- Se limpiaba las lágrimas con fuerza, enrojeciendo los contornos de sus ojos con la fricción del pañuelo.
-Té será- Aziraphale le dedicó un sonrisa tan sincera y amable que por un momento, se sintió aliviada. Sin más clientes en la tienda, el ángel procedió a voltear el cartelito en su puerta que indicaba que el establecimiento se encontraba abierto y se retiró a la pequeña cocina que escondía en la trastienda, en el camino, señaló el sillón cerca de su escritorio, una invitación para que la pequeña se pusiera cómoda.Mientras preparaba el té, pensó que tendría que lidiar con lo que estaba seguro, era una niña perdida. Entonces milagrosamente a la madre se le aparecería un presentimiento y se acercaría a su librería y encontraría a su hija. Todos felices y fin de la historia, una adorable buena acción de la tantas que hacía Aziraphale con el pasar de los días. Pero eso no pasó.
La pequeña temblaba con su té en manos, dando pequeños sorbitos durante los primeros minutos, cuando su té pareció enfriarse lo suficiente, suspiró cansada y le contó. Lo primero que le sorprendió fue el hecho que la niña no buscaba a su madre, huía de ella. Lo segundo, que había una secta no muy lejos del Soho. Y por último, que el nombre Meredith era un nombre tan bonito para una niña.
Pero eso no es importante, lo importante aquí era que, después de unos 45 minutos, Meredith le había detallado como su familia se encontraba inmersa en una secta, como su madre había entregado en sacrificio a su hermana mayor para que su líder "bebiera" de la virginidad y pureza de la pobre muchacha. También como su padre había sido llamado a "servir" y no había vuelto jamás, como los mataban de hambre y les quitaban su dinero, como su madre parecía desquiciada y como había cambiado en tan poco tiempo, desde que llegaron ahí. Pero más importante aún, era que su hermana la había ayudado a huir una noche antes de que su madre la entregara a ella, una niña de 8 años, en sacrificio también. Saltó de un segundo piso, y si no tenía nada roto era porque había rodado por sobre un arbusto al caer, había corrido con algunos descansos forzados por el agotamiento durante la madrugada y que, por alguna razón, la librería le pareció un lugar seguro para esconderse mientras se le ocurría que hacer, uno de los pocos lugares abiertos tan temprano, en ese día en particular.
Aziraphale perdió toda esperanza de regresarla a algún familIar cuerdo cuando Meredith le contó que no solo su madre estaba ahí, sus tíos, primos y abuelos también residían con la secta. Que de hecho, su familia había sido la última en llegar. Pero no podía quedársela. Bueno, de momento tampoco podía echarla, era una niña que necesitaba ayuda, después de todo. Ya se le ocurriría algo. Por ahora está abrumado de cuánto mal puede conocer una niña de ocho años.
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Mercancía
FanfictionA su librería llegó una niña llorando. Aziraphale quiere ayudar, sin embargo a veces la ayuda cuesta muy caro. Y cuando el agua bendita no surte efecto, deciden "exorcizarlo" y en el susto al pobre ángel se le escapa un ojo en su mejilla. Rayos. L...