-Ahí estabas, tus ojos oscuros, que brillaban bajo la luz de la luna y resplandecían en mi corazón, me miraban atentamente. Estábamos sentados en la acera de aquel puesto de calamar a la brasa al que frecuentabamos cuando queríamos tener alguna experiencia nocturna pero no una tan fuerte como para irnos de fiesta, aquel puesto con el hombre que siempre nos recibía con una sonrisa y nos daba exactamente lo que pedíamos, aunque esto último no fuera tan difícil igual se apreciaba. Ya habías terminado tu palillo de calamar y tus ojos, esos hermosos ojos que me miraban, decían sin necesidad de palabras, que te diera un pedazo del mío, cuando se trataba de ti y tu atrapante belleza no podía decir que no, así que te di los pedazos que dejé para ti, hiciste esa tierna sonrisa que te hacía parecer una niña pequeña y te los llevaste a la boca sin pensarlo dos veces, tenías la boca demasiado llena pero aun así se pudo escuchar que me lo agradeciste.
Te levantaste y me miraste, los neones del puesto se reflejaban en tu cara haciendo una hermosa fotografía que fue tomada por mis ojos y almacenada en mi corazón. -No nos quedemos aquí sentados, la noche es joven y me gusta pensar que nosotros también- fue lo que salió de tus hermosos labios, era verdad, y aunque no acostumbraramos a hacer muy largas caminatas nocturnas, me levante siendo atraído por tu habitual entusiasmo, eso me gustaba, disfrutabas de las cosas, y vivías cada día como si fuera el último, pero aún así eras sentimental, te tomabas tu tiempo para llorar y pensar, y a la par que me gustaba también me aterraba.
Caminabas a mi lado con tu relajante y adictiva presencia, tan adictiva como era para los dos tener un cigarrillo en la boca, consumiéndonos a la vez que él hacia lo mismo cayendo sobre sus propias cenizas. Cruzaste en aquella calle con el puesto de periódicos y cosas varias donde los pervertidos y niños con suficiente dinero reunido como para sobornar vendedor, iban a comprar revistas con contenido de dudosa moralidad, obviamente también le compraban periódicos y revistas más apropiadas, si es que puedo permitirme decidir lo que es apropiado y lo que no, pero aquel pequeño puesto no era muy famoso por eso. Al cruzar a la par de ti, nos encontramos con aquel elegante restaurante en el que comimos ese aniversario en el que ahorramos y pudimos costearnos esa cena. A través del cristal pude vernos a nosotros ahí sentados, recuerdo que nunca habíamos comido en un lugar así y estábamos tan nerviosos, teníamos miedo sentirnos fuera de lugar, te recuerdo sentada ahí, con tu vestido de gala como si hubiéramos sido invitados a unos premios, cualquiera pensaría que estabas loca, y las miradas de nuestro alrededor solo confirmaban las sospechas, pero como me dijiste: "Hay que vestirnos para la ocasión" yo no te sentía fuera de lugar.
-Tu también lo estas viendo?.
-Si, un hermoso vestido blanco, con ese acabado tan encantador, mis zapatillas favoritas y mis accesorios que más lujosos parecían a pesar de ser fantasía, todo atado a un cuerpo de miedo, lo suficientemente delgado como para que mi mamá me hiciera 3 platos de costilla de cerdo con salsa barbacoa, solo para después traerme unas chuletas embadurnadas en miel, hasta darme todo lo que sea comestible del cerdo y finalizar llevándome a por un helado, todo solo por verme así. Pero lo suficientemente complejo como para verme gorda frente al espejo, y ese cabello tan maltratado.
-Estabas hermosa.
-Si, eso me hacia sentir fuera de lugar.
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La melancolía de una triste caminata
Short StoryDos amantes se consumen a cada paso que dan en una caminata nocturna por unas calles grises