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08 de diciembre del 2018.

Nuevo México, EEUU.

Espalda recta y mirada fija.

Ese es mi lema para caminar sobre los pasillos del colegio Roguer B. White. La escuela para adolescentes (y casi adultos) privilegiados por una buena bolsa de dinero y algunas llamadas por parte de su padres.

En cambio, Grecia C. Quirendain, no puede ni pagar la comida de la cafetería.

Pero mi programa de becas sí.

—¿Vas hacer algo después de la escuela?— Lucia acomoda su falda un poco más arriba de su muslo. Lo cual hace desde que tengo memoria. Al igual que yo, ella debe ser el centro de atención, que la miren, y mas que nada... que la juzguen.

—Iré a trabajar.— Su mirada se queda en mí por unos segundos, y sé lo que quiere decirme. Como si fuera algo por inercia.

—Sabes que te amo, Grecia.— Ignoro sus palabras mientras me hago una coleta y camino a un cubículo de baño cercano—. Pero tu trabajo es pésimo, aburrido y para nada cuidadoso.

Cierro el cubículo y comienzo a cambiarme.

—Te faltó decir "El acosador de tu jefe no respeta a las mujeres".— Levanto un poco la voz para que le sea audible.

—Eso lo has dicho tú, no yo.— Termino de abotonar mi camisa de trabajo y abro la puerta—. No tienes porque hacer esto.

Suspiro cansada de esta conversación. 

Siempre es lo mismo, me hablan como si fuera una opción hacer esto.

—Nos vemos mañana, cuídate.— Lucia me levanta los dedos pulgares y me sonríe—. Avísame cuando llegues a casa, Grecia.

Ajusto la mochila en mi hombro y salgo a pasos largos del baño de mujeres con rumbo a El Infierno.

———

—Oye nena, aquí hacen falta un par de tragos con 2 melones.— Suelta un viejo de unos 40 años. Se encuentra a un par de metros de mí. No tengo porque mirarlo, sé que me lo dice a mí—. ¡Hey!

Volteo hacia Gustavo con la esperanza de que halla notado la escena del hombre. Y en efecto, camina a unos pasos mas cerca de mí por seguridad.

—Si te sientes muy incomoda, ve a cocina.— Menciona al notar lo tensa que estoy.

—Estoy acostumbrada.— Miento. Prefiero mil veces aguantar los gritos de un hombre extraño a que Frances entré a cocina y quiera propasarse conmigo.

—Como quieras, no puedo ser tu ángel guardián toda la noche, aquí hay mas chicas peligrando y afuera hay mujeres que la pasan peor que tú.— Y tiene razón. Todas las noches, Gustavo siempre tiene que estar al pendiente mío por ser la mas joven del bar. Siempre lo busco para que me cuide de que alguien no se propase conmigo o que simplemente me incomode su presencia—. Si me disculpas, voy al baño.

Termino de servir algunos tragos hasta que poco a poco, el bar se va quedando vacío. A excepción de 2 mesas donde hay borrachos dormidos.

—Limpia tu área antes de irte.— Verónica me señala el área inferior izquierda donde el desastre es leve. Ella siempre procura que salga a horas justas respetando mi horario de estudios—. ¿Quieres que te lleve?

Afirmo antes de dar la vuelta hacia el pequeño rincón donde el olor a cigarro y cerveza son muy presentes.

Termino de limpiar, acomodar y sacudir algunas mesas antes de tomar mi mochila y quitarme la coleta.

El desastre que dejasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora