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Con una bolsa de chocolatinas en mano y una típica película romántica adolescente yo era bastante feliz.

Mara entro en mí habitación y comenzó a hurgar dentro de mis cajas de maquillaje.

— Aún no entiendo porque tienes todo esto si nunca te vi con más que un gloss o mascara de pestañas— ella estaba de espaldas a mí, pero aún así sabía cuándo ponía los ojos en blanco.

— Para más placer— respondí llevándome tres chocolates a la boca, justo cuando el protagonista dijo su frase.

– Es un metáfora...– dije el diálogo de memoria.

– Es una metáfora...– dijo Mara con un pincel entre los labios.

Esta era una de las pocas películas que me había obligado a ver, solo por el hecho de que su libro se volvió viral en redes, y era seguidora de la moda, de todo lo que estaba de moda. La película me pareció sobrevalorada, pero aún así había hecho click con el protagonista masculino.

— Por favor no dejes marcas de dientes en mis pinceles, es asqueroso—

— ¡Ni siquiera los usas!— ella había dejado de buscar y solo tomo toda mí bolsa con cosas.

— Pero los veo, y cuando los veo no quiero ver marca de tus pequeños dientes de tiburón en ellos—

Me arrastre sobre mí estómago para buscar el control debajo de mí cama cuando algo golpeo mí cabeza.

Me gire para encontrar un bollo de papel en mí cama. Mire a Mara con una pregunta en mí mirada.

— Mira el papel, eres mí hermana mayor, es hora de que muevas el culo y me des el buen ejemplo que debes—

Salió de mi habitación como una rata que se roba todo mí maquillaje.

— ¡Recuerda que el glitter conlleva una gran responsabilidad!— grite desde la cama mientras desdoblaba el papel.

El anuncio de un curso de perfeccionamiento de maquillaje apareció ante mí. Me dirijí a la habitación de Mara y me quede en la puerta viendo cómo intentaba delinear su ojo semi cerrado.

— ¿Todavía tengo que hacer esto por ti?— me acerque frente a ella y tome con cuidado el pincel, ella se ruborizó y cerró los ojos dejándome hacer lo mío.

Había momentos como estos en los que olvidaba que Mara ya tenía 18 años, aún podía recordar cuando tenia 5 años y venía corriendo a mí con los labiales de mamá dentro de sus bolsillos y me pedía que la dejara bella.

Sus pequeños cachetes rechonchos desaparecieron, y ella se estiró hasta ser más alta que yo gracias a los genes de nuestro padre, ahora ella era una verdadera belleza de largo cabello chocolate y piel bronceada, sabía que ella salía cada fin de semana y que algunas veces a escondidas traía a chicos a casa, era ahí cuando el corazón se me encogía y me ponía en modo hermana llorona.

— Ya está, ahora pareces perra con estilo y no perra pasada por lluvia—

Se vio en el espejo y sonrió.

— ¿Entonces vas a ir? Te pueden dar un título y todo, además el maquillaje se te da genial— la veía mientras se colocaba sus tacones de vértigo.

— ¿Para que ir? Para saber más de lo mismo, podría ir y dar la clase yo misma—
— ¡Eso es incluso mejor, el lugar es cerca del parque del centro, así que mañana podemos ir y decirles que te den empleo!— ella sonaba tan alegre y segura que no pude contener la risa.

— Las cosas no funcionan así...—

— Nosotras vamos a hacer que funcionen, mañana iremos y les vas a mostrar tu talento— salió de la habitación sin dejarme decir nada.

Corrí para alcanzarla justo en la puerta de entrada.

— ¡No pienso dejar esta casa mañana! ¡Por nada del mundo!—
— Todavía me queda una bolsa de chocolates— me guiño un ojo antes de subir al auto de su amiga e irse.

Maldita niña manipuladora.

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