Gulf Kanawut. Aspirante en el mundo del espectáculo, que busca cumplir un único propósito en la vida: Convertirse en el próximo actor reconocido de toda Tailandia. Al igual que como su más grande ídolo: Mew Suppasit.
Mew Suppasit. Modelo en progres...
Gulf: ¡Por Cristo! Qué haces?! Vuelve aquí y recuéstate! Recibiste un golpe! No vuelvas a preocuparme! Por favor. - Dijo suplicándole mientras lo miraba asustado y con un brillo de preocupación en sus ojos. - No me hagas sufrir nuevamente. Quédate conmigo! No me dejes!
Mew: No te preocupes mi niño. Estoy bien! Ven. Acompáñame! Te quiero mostrar algo de este lugar.
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POV AUTORA:
El jardín se encontraba adornado con pequeñas velas hasta terminar en el lago. Estaba desolado. Completamente. Solo las luces iluminaban la cabaña. Se inclinaron de rodillas en la orilla del lago, pasando su mano en el agua. Se miraba tan fresca. Sin dudarlo se lavó la cara y luego repitió la acción con el menor, quitando de sus ojos aquellos rastros de lágrimas que ensombrecían su rostro.
Parecía toda una escena dulce y cautivadora. Aunque, resultó ser interrumpida en el acto por la sombra de una silueta.
Matón: Jefe! Veo que ha despertado. Como está? Se siente bien?
Gulf: Mew, no me dejes. - Dijo abrazándolo por la espalda. Rodeando sus brazos por su tórax, impidiendo que escape.
Mew: Gulf, me sueltas? No me iré. Si? Sólo quiero saber el motivo de que nos interrumpieran. Si?
Gulf: Ni tú ni yo, sabemos a la perfección que es lo que pasa, Mew. No me culpes por dudar. - Dijo con voz suave mientras posaba su cabeza en el hueco del cuello. - Pero lo que si sé es que lo que siento dentro de mí es algo depredador y dictador. Algo descomunal.
Traté de dejarte atrás. Pero no pude. Tu permanente recuerdo me mataba. Me lastimaba el alma. No me dejes. Aún no creo que esto sea real o sea sólo obra de un sueño.
Pero te pido que no me dejes. Ok?! No te dejaré para luego volver a perderte! Oíste?! Olvídalo! NO. Ni de broma!
Gulf: A-ahm! AH! Más! - Dijo jadeando mientras acariciaba el pelo del de tez blanca, en respuesta a los besos repartidos en su cuello. Que lo prendían a más no poder. Haciéndolo gemir sin descaro.
