Prólogo

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A veces la vida no resulta ser como tenías planeado, ir al colegio, a la universidad y después poder trabajar sin tener demasiados problemas; pero nunca resulta como lo tenías pensado. Los cambios y las complicaciones aparecen en tu vida cuando menos te lo esperas y sobre todo de la manera más sutil posible para que no te des cuenta en donde te metes.

La música salía de mis auriculares y mi bolígrafo se deslizaba por las hojas del cuaderno describiendo las emociones que afloraban en mi cuerpo cada vez que tenía una discusión con mi padre, siempre demasiado protector sin dejar que ningún chico se acercara a mí en veinte kilómetros a la redonda. En estas ocasiones agradecía que no fuera periodista y que tuviera un trabajo de lo más normal. Cerré el cuaderno y me tumbé sobre la cama con el reproductor de música en la mano. Pasé las canciones hasta encontrar la que buscaba, los ritmos eran marcados y mis pies comenzaron a moverse al son de la música.

Las clases iban a empezar en unas pocas horas, la mochila ya estaba preparada con todos los libros, o la mayoría de ellos, varios cuadernos y mi carpeta que pasaba de año en año se encontraban junto a la puerta. Mi cazadora descansaba sobre la silla que había enfrente del escritorio donde mi móvil comenzó a vibrar al recibir un mensaje. Me levanté veloz de la cama y lo leí, se trataba de un mensaje de publicidad de la compañía telefónica. A veces se ponían pesados para que te cambiaras a contrato por veinte euros al mes, pero para lo poco que lo utilizaba, no me resultaba rentable. Borré el mensaje y dejé el móvil sobre la mesa, regresé a la cama y me metí entre las sábanas para poder conciliar el sueño, mis ojos comenzaron a cerrarse aunque la música siguiera repercutiendo en mis oídos como solía hacer cada noche que no tenía un buen día.

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