Capítulo 1: Una vida aburrida

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Mi nombre es Drake Murphy. Nací el 15 de septiembre del 2060, pero eso es lo de menos. Si te preguntas cómo era mi vida antes de... bueno, antes de todo... no hay mucho que contar. Fuí un niño mimado, amado por todos y a todos amaba. Nunca me metí en problemas, nunca metí a mis padres en problemas, nunca recibieron una llamada de algún profesor molesto por mi conducta; todo lo contrario, de hecho: mis profesores felicitaban a mis padres por su educado, respetuoso, amigable e inteligente hijo.

En la secundaria no hubo mucha diferencia, pues era uno de los alumnos que mayor nota tenía en cada una de las asignaturas, y muchos de mis compañeros querían ser tan brillantes como yo. La vida en ese entonces resultaba algo aburrida, rutinaria, sin sentido... Aunque mis padres no eran controladores, siempre sentí que nunca había experimentado eso a lo que llamaban “libertad”.

Solía soñar con algún día poder hacer todo lo que yo quisiera, ser quien yo quisiera ser, ir a donde yo quisiera. Vaya... ahora me doy cuenta de que sigo siendo el mismo niño ingenuo de ese entonces... Si hubiera sabido que este era el mundo que me aguardaba... que nos aguardaba... me habría conformado con mi aburrida y rutinaria vida... Deseo... volver a mi aburrida y rutinaria vida... Lo siento, me he desviado un poco.

Luego de ese breve recorrido por los pasillos de la inocencia y la ingenuidad, me dispondré a escribir sobre... el principio del fin de la vida en la tierra. Lo sé, es un cambio muy repentino en la historia que ahora estoy escribiendo, y es que exactamente eso fué. Mi madre solía decir que los cambios eran buenos, siempre para bien. Ahora su cuerpo está... mierda, sólo Dios sabe dónde está su cuerpo en este momento...

¿Alguna vez te han despertado con brusquedad de algún sueño del que desearías no haber despertado? Pues... la muerte nos despertó a todos de ese hermoso sueño llamado “vida”. Como si se tratara de alguna jugada del destino que destruyó todo lo lindo de la vida, reemplazándolo con dolor, sufrimiento, perversidad, crueldad... Sustituyendo incluso todo aquello que creías saber sobre tí mismo con actos atroces, descabellados, inhumanos... Pero que de alguna u otra forma fué lo que te mantuvo con vida durante todo este tiempo.

Para mí todo comenzó con una fiesta de cumpleaños, el cumpleaños de mi mejor amigo, Josh. Lo conocí en primaria. Los demás niños nos excluían de sus equipos de fútbol. A mí por ser un “cerebrito” y a Josh... no lo sé, tal vez por su color de piel.

Era sábado y el día apenas iniciaba. Los primeros rayos de sol comenzaban a colarse por las ventanas de mi habitación, reposando justamente sobre mi rostro. Como si el sol me estuviera ordenando salir de mi cama, me ví obligado a abrir los ojos ante la incomodidad provocada por la reluciente esfera amarilla. Mi madre ya había servido mi desayuno y mi padre... bueno... él seguramente estaría leyendo el periódico si no fuera porque murió unos tres años antes de que todo iniciara. Fué arrebatado de nuestras vidas por un implacable cáncer cerebral. Su nombre era Robert. Era un hombre fuerte, bondadoso, respetado, entregado a Dios y a todo lo que eso conlleva. Es por eso que me resulta difícil creer que existe un ser todopoderoso que ama a toda la humanidad. Si realmente nos amara... no, si realmente existiera... no habría permitido que mi padre muriera de esa manera después de haberle dedicado su vida entera a ese supuesto Dios. Si nos amara... habría impedido todo esto. No nos habría abandonado a nuestra suerte con estos demonios. Qué ironía... Los demonios me resultan más reales que ese ser celestial... En fin...

Mi madre se llamaba Angie. Al igual que mi padre, ella era una mujer trabajadora, fuerte, cariñosa, amable con todos, y preparaba las galletas más deliciosas de todo el planeta... Demonios, de nuevo me he desviado. Lo siento, no estoy acostumbrado a escribir, y mucho menos mi propia historia.

Como decía... o escribía... Era el cumpleaños de Josh y pretendía visitarlo para hacerle entrega de su regalo: un balón de basketball. Terminé mi desayuno, tomé el balón, me despedí de mi madre y partí hacia su casa. Josh vivía a tan sólo unas casas de la nuestra, en unos cinco minutos ya estaría ante su puerta.

QuimeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora