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Todo comenzó con aquella muñeca alba y vestida de tul rosado que yacía petrificada en la esquina de la habitación, sus piernas tan lisas como un espejo cubiertas por medias de seda no era lo mejor de ella, los rulos platinados que decoraban su redonda faz causaban desasosiego en cualquier persona que durmiera en aquella habitación y esos inanimados ojos humanos que se encontraban en el borde de lo vivo y lo occiso, los mismos que sentías moverse a donde fueras.

En cambio a las demás personas las cuales poseían miedo ante aquella agraciada muñeca, yo disfrutaba de su presencia el verla allí, en su esquina, endeble y distinguida, a mi corta edad de trece años frecuentaba esconderme junto a ella bajo la cama, hablábamos por horas, ella me escuchaba, hasta que un día al querer bajarla de su pedestal para ir a nuestro escondite de secretos, deje caerla, recibí una amonestación de parte de mi abuela, habían dos razones graves:

1. Fracturar la delicada fachada de su adorada muñeca.

2. Ser chico y jugar con ella.

Jure desde ese día que aquella hermosa muñeca de nombre Giovanella sería mia.

Tú, querida Giovanella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora