Prólogo

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Diario de una niñera:

Prólogo

Llevaba medio año trabajando en la guardería Olimpo y cada vez me sentía más a gusto junto a los niños. A penas tenías 22 años cuando decidieron aceptarme entre sus filas, era una chica recién salida de la carrera que no tenía experiencia pero que ansiaba con todo su ser demostrar de lo que valía.

Mi sueño no era trabajar con niños tan pequeños, pensaba presentarme a las oposiciones y ser maestra en algún colegio de niños de por lo menos ocho años, por lo que todo esto era algo nuevo para mí.

El primer día fue un desastre, los pequeños pudieron por completo conmigo. Adán, mi compañero, fue muy amable y me dijo que por lo general era lo que solía pasar con la gente nueva. Al parecer estos niños eran especiales, o algo así, nunca entendí mucho la explicación de mi amigo, y tendían a hacer más hiperactivos que el resto.

Con el paso de los días descubrí que era verdad, casi todos habían sido diagnosticados con hiperactividad y THDA. Incluso había un niño con intolerancia a la lactosa. Sin embargo, podía decir que eran mucho más espabilados que cualquier niño de su edad.

Otra cosa que descubriría, lo que no les hacía normales, eran sus padres. La mayoría tenían padres famosos, o muy importantes dentro de sus respectivos campos. Me preguntaba si esta guardería era tan exclusiva por ese motivo. Con cada padre que pasaba por aquí me quedaba más alucinada, Adán no dejaba de burlarse de mí por ello.

No podía evitarlo.

Admiraba a muchos de ellos, era como un sueño.

A medida que me fui acostumbrando a la guardería, y los niños a mí, me fue gustando cada vez más mi trabajo. Ahora dudaba que alguna vez quisiera irme de ese lugar tan mágico. Adoraba a todos esos monstruitos, no me imaginaba tener que dejarlo para irme a otro sitio.

Así que estoy escribiendo este diario, en un intento de no olvidarme de las aventuras que estoy viviendo junto a ellos. Y de los fenómenos paranormales que ocurren de vez en cuanto por aquí, cuando le pregunto a Adán dice que son imaginaciones mías pero yo sé que no es así.

El otro día había un hombre bastante sospechoso rondando por los alrededores, cuando alerté a Adán él salió afuera para ¨hacerse cargo¨ del problema. Cuando volvió dijo que el hombre ya se había ido, pero yo en lo que me fijaba era en los arañazos que intentaba ocultar.

En otra ocasión uno de los niños apareció jugando con uno de los camiones que se encontraban en lo alto de los armarios, algo que era imposible que cogiera por su propia mano. Sabía que Adán no podía habérselo dado porque él estaba cambiado el pañal a una de las niñas.

Y eso que no estaba hablando sobre la sucesión de desgracias que estábamos viviendo, no pasaba un solo mes sin que algo se quemara, inundara o rompiera.

Algo extraño estaba ocurriendo en esa guardería.

Por eso mismo intenté hablar con las anteriores cuidadoras, en un intento de reunir más información sobre el tema. Pero ninguna recordaba nada, literalmente, no tenían recuerdo alguno de haber trabajado en ese establecimiento.

Estaba barajando la posibilidad de que el lugar estuviera encantado, porque otra explicación no le veía.

Lo sé, es algo muy loco.

¡Pero era lo mejor que tenía!

Por miedo a que me pasara lo mismo que a mis sucesoras decidí comenzar a escribir mí día a día en la guardería. No quería olvidarme de nada, más que nada porque no quería perder todos esos maravillosos recuerdos que me unían a los más pequeños.

Además, quería averiguar el secreto de esa guardería.

Voy a comenzar una exhaustiva búsqueda por internet, os escribiré si consigo averiguar algo interesante.

Hasta la próxima querido diario,

Se despide la humilde cuidadora Amy. 

Diario de un niñeraWhere stories live. Discover now