Prólogo

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—Johnny, el tren se detuvo.

—Bien.

—Si, un poco. ¿A dónde iremos ahora?

—Bien.

—Oh, entiendo...

Un silencio inundó el lugar. No sé escucha nada mas que el sonido del trigo meciéndose gracias al viento que danzaba por el cielo.

Ninguna de los dos hablaba, pero no sé sentía ninguna presión por hacerlo. Era bastante cómodo.

Se decían de todo con solo mirarse. Se sentía la tristeza después de todo

"¿Qué haremos ahora?"

Se pensaban el par. Tenían miedo, no querían dejarse. Habían ganado una conexión tal especial que se comunicaban de todo sin abrir la boca ni para sacar aire.

—Qué aire tan fresco—. habló derepente— ¿Tú que piensas?

—Si, está bien.

—Qué seco...

—No.

Las lágrimas del menor empezaron a salir. Sabía que John era frío porque quería despedirse, y no hacer esto más doloroso.

Lo conocía mejor que a él mismo.

—¿Paulie? C-cariño, no llores. ¿Por qué lloras?— preguntó tomando su delineada y tierna cara en sus manos—.

—J-johnny, y-yo no quiero de-dejarte— hipeaba—. Y sé que tú ta-tampoco lo quie-res. ¡Lo s-sé! Sé q-que me am-amas al igual que y-yo lo hago. Jo-john, no l-lo hagas. No, por f-favor...

Lloraba y lloraba con más fuerza. La despedida iba a ser peor de lo que pensaban.

—¿Recuerdas cuando nos conocimos?— preguntó el castaño—

—¿Eh?

—Es como su hubiera sido hace una semana.

El de ojos jazel sacó una pequeña carcajada.

—Eres un tonto—. sonrio un poco desanimado.

—¿Quieres recordarlo?
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Fugitivos; McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora