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cr. ann
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Él era un pianista famoso en su país, de gran talento e intelecto. A vista de cualquiera, con sus ojos alargados, de labios delgados apretados en una linea y las facciones sin deje de expresión o efusividad, parecía alguien frío e indiferente, pero tras esa cortina de humo que usaba como distracción, su corazón empezaba a enloquecer por aquel chiquillo, y no solo era por lo lindas y regordetas que eran sus mejillas, ni por sus labios, su suave cabello, su piel levemente canela o sus largas piernas estilizadas, era más bien por la forma en la que percibía el mundo, aún cuando no pudiese verlo realmente, era por esa puerta que le abría al terminar las clases e ir a la terraza a sentir el fresco aire de otoño, o las noches en las que, sin poder contradecir las demandas de su tonto corazón, salía de su humilde apartamento, montándose en el auto y manejando hasta el instituto, ayudando al bonito muchacho a llegar al lago de la gran edificación, describiendole de forma hermosa y casi poética como la luna brillaba en lo más alto del firmamento, aún si no estuviera mirando la luna, si no al muchacho de cabellos blancos que levantaba su cabeza en dirección al cielo imaginándose lo bonito que debía de ser, amando el momento, amando lo que tiene en el ahora y no añorando algo que podría no volver a tener. Viviendo el presente a pasos cortos, a pasos lentos, y Min Yoongi quería acompañarlo en cada uno.
Namjoon era la brisa que necesitaba después de tocar la fama.
Alguna vez escuchó:
"El amor es como el Braille, tienes que sentirlo para entenderle".
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