Capítulo único

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El ceño fruncido es una constante en la frente de Lily Evans ese verano. Los surcos se le profundizan cada vez que algo insólito ocurre, como cuando escucha risas entremezcladas en el porche o encuentra flores en la mesilla de su hermana.

Lo verdaderamente insólito es ser capaz de sorprender a la joven bruja. Su formación en el prestigioso colegio Hogwarts, así como sus conocimientos del mundo muggle del que proviene, hacen de Lily un híbrido perfecto entre lo mágico y lo mundano. Lo ha visto todo, y lo que no ha visto lo ha leído en incontables libros o aprendido de profesores a los que nadie más atendía.

Exasperada, tiene que acabar admitiéndose a sí misma que nada de eso importa. Es incapaz de explicar qué pasa con Petunia, que justo en ese momento se apresura hacia la puerta y se detiene de golpe antes de abrirla. Sus dedos se pasean nerviosos por su más que repeinado cabello una última vez. Lily resopla.

—¿Vas a salir otra vez?

Petunia musita un asentimiento distraído mientras se examina los dientes en busca de restos de pintalabios. Lily procura, sin mucho éxito, que no se note la irritación que siente.

—¿Con Sirius?

Esta vez, a su hermana la traicionan los nervios y la repentina rigidez en la espalda.

—No es de tu incumbencia —masculla con un tono que pretende ser arrogante pero deja en evidencia el bochorno de sus contradicciones.

Petunia cierra la puerta tras de sí al salir y Lily escucha, poco después, el familiar rugido de una moto alejándose de allí.

Es incomprensible, por muchas vueltas que le dé. Ya era incomprensible que Petunia se sintiera atraída por el mago más inaguantable y creído al que Lily había tenido el dudoso honor de conocer, pero al menos antes lo disimulaba con miradas de desprecio y comentarios en voz baja a los que Sirius respondía con ladridos soeces que terminaban por espantarla.

Siempre había sido así. Aquel verano, cuando Remus dijo que pasaría unas semanas con Sirius cerca de su casa, Lily se había preparado mentalmente para las batallas verbales que tendrían lugar casi a diario entre esos dos. Y así había sido... al principio.

—¿Por qué tu hermana odia tanto a los magos, Evans?

Una simple pregunta. Inusual, aunque por sí sola no llamó la atención de Lily. Sirius parecía aplacado, como cada vez que Remus andaba cerca, y sin embargo había esperado a que él se marchara a por algo de comer para satisfacer su curiosidad.

A grandes rasgos, Lily le comentó su teoría tratando de respetar la intimidad de su hermana. Sus sospechas, fundamentadas sobre la carta que ella y Severus encontraron en su cuarto dirigida a Albus Dumbledore, giraban en torno a la posibilidad de que se sintiera celosa.

—Estoy convencida de que todo sería diferente si ella también hubiera tenido la oportunidad de estudiar en Hogwarts.

Ese fue el punto de inflexión. Lily lo sabe. En ese momento, el asentimiento distraído de Sirius le había resultado completamente normal, aunque al echar la vista atrás y rescatar esos recuerdos ata cabos con ese brillo de comprensión que se le desató en la mirada a su... compañero. Lily todavía es reticente a aplicarle el término "amigo" a Sirius Black. Desde luego, espera con todas sus fuerzas no tener que referirse a él como "cuñado" jamás.

La puerta de su cuarto golpea con más fuerza de la pretendida cuando Lily la cierra. Remus, con ese aire abstraído que le caracteriza, levanta la mirada perezosamente del libro en el que estaba sumido y deduce enseguida el motivo de la frustración de su amiga.

—Han salido otra vez, Remus. En su moto. Petunia iba hasta maquillada.

El hombre lobo sonríe y vuelve a su lectura como si nada, restándole importancia al asunto. Lily evita por un momento el enfado que su reacción le provoca y se sienta a su lado, armándose de paciencia. Probablemente la realidad sea difícil de afrontar para él.

Corazón de muggle:  crónicas de un romance prohibidoWhere stories live. Discover now