El McLaren Speedtail que mi padre me había regalado por navidad era el menor de mis problemas. Que la gasolina estuviera en casi el mínimo, tampoco lo era. Pero encontrarme con Scrivens, en medio de mi misión de rescate por resaca, sí lo fue. No se suponía que nadie me viera en la noche, mucho menos en ese vecindario.
"Esta es la última vez que lo saco de sus apuros" —era la misma frase que se repetía en mi cabeza conforme avanzaba en las calles, me detenía en los semáforos y dejaba a Scrivens muy atrás. No tenía tiempo de lidiar con sus caprichos de niño rico, no quería ver cómo desperdiciaba su vida con Coleman. Sí, era una chica y sí, al parecer solo eran amigos, pero él sabía lo que le hacía al nombre teniendo a esa chica junto a él. Matthew lo sabía y no le importaba.
No quería convertirme en ese chico estúpido que se la pasaba alejando a la gente porque se sentía atrapado o se creía la mentira de que lastimaba a todos los que amaba. No, ese no era yo. Yo era Lucas Van Allen, futuro heredero de las empresas contables Van Allen, solo tendría que sobrevivir unos años más, solo unos pocos más y me iría de Argos, iniciaría una nueva vida y quizá hasta ayudaría a Michael con sus propios problemas.
Mientras tanto, olvidaría lo que sucedió con Matthew y me dispondría a cumplir la única misión secreta que ocultaba de mi madre. Sacar a Patrick Van Allen del Club de los Caídos sin ser reconocido y sin que ella nos siguiera.
En eso, mi celular vibró. Ya faltaba poco para llegar al Club, podía esperar. Estacioné el auto en la calle trasera del lugar y me bajé, como siempre, la puerta de la bodega estaba abierta y a mi disposición, todo sucedió igual que las anteriores ocasiones, hasta la presencia de ella.
—¿Nos vamos a volver a ver? —le preguntó a mi padre con su boca muy ocupada para si quiera responder— Dime que sí.
—Por supuesto, linda —él, sin poder formular algo más que eso, cayó con un ruido sordo en el asiento trasero de mi auto.
Su corbata estaba casi deshecha al igual que su cabello rubio, el saco de su traje estaba perdido y sus pantalones negros estaban tan arrugados que me recordaban a la abuela Sofía. La mujer ya había salido del asiento trasero y se disponía a regresar a su establecimiento, no entendía qué se creía con sus labios manchados de labial rojo y sus tacones que parecían ser capaces de perforar el ojo de una persona. Pero esto no terminaría tan rápido, no cuando la responsabilidad caía sobre mí.
—No lo vuelvas a buscar —sentencié cerrando la puerta del auto y acercándome a ella, la detuve agarrando su muñeca por más asco que esa acción me provocaba, su piel blanca como la leche se contrajo y me volteó a mirar—. No te necesita y por favor, por personas como tú es que Argos está como está.
—El niño rico tiene lengua después de todo —alardeó señalándome con sus uñas largas, me era incomprensible cómo en una noche tan fría alguien podía estar con semejante ropa, falda corta roja, blusa blanca descotada, era mejor regresar a mi casa y olvidar que si quiera esta noche existió, al igual que las otras—. No te metas en asuntos de adultos, cariño.
—Y tú deja de llamar, porque la próxima vez que lo hagas, te quedarás sin cueva en la que esconderte, zorra —abrí la puerta del auto y con el mismo movimiento no quedó más que humo en su vista de ébano.
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Luego de que Matt se despidió de Thad, los dos nos quedamos atrapados en una especie de concurso de miradas en la que el primero que la apartara tendría que hablar. Sabía que Thad no estaba bien y para que siguiera despierto a estas horas de la noche, era que había algo que lo molestaba hasta en sus sueños. Y una vez que divisé por el rabillo del ojo los libros de cocina en la mesita de la sala, supe la razón.
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Detrás del seudónimo
Mystery / Thriller"¿Quién era S.S.?" Esa era la pregunta que desde hace un año rondaba en la cabeza de Jenna. Y cuando un concurso le da la oportunidad de descubrir quién se oculta detrás del seudónimo, ella no se lo piensa dos veces para aceptar los acertijos y reso...