La gélida brisa invernal acarició tímidamente el rostro de un pequeño niño que se aventuraba en medio de la caída de los primeros copos de nieve sobre el suelo de Gusu sosteniendo entre sus brazos una lámpara para iluminar su caminó.
Ese pequeño niño de túnicas blancas con bellos bordados de nubes color celeste se perdió en el campo de gencianas que bailaban alegres cubiertas con una delgada capa de nieve que sacudían divertidas dándole la bienvenida al niño quién tomó una con reverencia antes de detenerse frente al Hanshi y arrodillarse en el corredor frente a las puertas depositando esa pequeña flor mientras abrazaba en su regazo la linterna aguardando en silencio la llegada de su madre.
A él, no le importa esperar porqué siempre fue muy paciente y nisiquiera el frío que acariciaba su pequeño cuerpo en la noche podía convencerlo de regresar a la calidez de los brazos de su hermano mayor quién se volvió más protector con él después de la partida de su madre.
Pero, a él no le importa. Esperaría para verla aunque sea una sola vez. Sólo una última para devolverle un abrazo, acariciar sus cabellos o acurrucarse entre sus brazos incluso se dejaría pellizcar sus mejillas o las burlas que su Madre gustaba jugarle, le regalaría una sonrisa misma que había estado practicando solo para ella.
No le importa sí su madre quisiera irse. No la detendría. Sólo quiere verla, decirle cuánto la ama y si puede oírlo tocar una vez más el guqin mientras juega con un conejo en su regazo. Oír su dulce voz leerle un cuento a su hermano y a él, su hermano, él sabe que también la extraña y por eso hace esto, quiere verla, quiere traerla para hacer más feliz a su hermano mayor mismo qué aunque sonríe igual de encantador que ella sabe muy bien que sufre por dentro.
Más sabe muy bien qué la flor que deja en las puertas cerradas del Hanshi se marchitará, la nieve se derretirá, sus lágrimas que corren silenciosas por sus mejillas se secarán pero nadie abrirá esas puertas nuevamente y si lo hacen, será un lugar vacío, sólo, y la sonrisa que hace cosquillas en sus labios se olvidará en su propios recuerdos mientras su Tío y hermano lo abrazan para consolarlo en medio de esa noche helada.
Él sabe qué el amor es efímero.
Y qué nunca podrá sonreír para ella.
Ni para sí mismo.