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— No, no no no no. Aún no entiendo como me convenciste de esto.— Comentó el rubio mientras manejaba en dirección al lugar. 

— Oh vamos, no pasa nada. Además, no querrás que mi primera salida sea con alguien más, ¿O si?

— Jódete Pino. Te odio.— Contestó en un tono pesado, mirándolo de reojo a la vez que manejaba con precaución. El menor solo sonrió victorioso y se cruzó de brazos.

Pasados unos minutos llegaron a la discoteca. Bill aparcó cerca, bajó del carro y cual princesa le abrió la puerta a su novio, le ofreció la mano y le ayudó a bajar con delicadeza del auto. Por su parte, el castaño lo fulminó ligeramente con la mirada antes de aceptar su mano para bajar. Ya en la entrada de la discoteca, el demonio sopló un par de polvos en el cadenero y luego de una malévola sonrisa del rubio, el cadenero los dejó pasar sin pero alguno.

Todo estaba oscuro, las luces de colores, junto con las pulseras neones de la gente era lo único que lograba dar algo de luz al lugar. La música estaba a todo volumen, más que nada era música electrónica. El olor a cigarro, alcohol y alguna que otra sustancia ilegítima flotaba por el aire, inundando el olfato del menor, acostumbrándolo ciertamente, pues era la primera vez que estaba en un lugar como ese. Por su parte, su novio simplemente repelía muchas de las cosas, pues no era nada nuevo para el, sabía como funcionaban los lugares así, además de que muchas veces estuvo de fiesta hasta el amanecer.

El mayor se acercó al contrario, colocándole una mano en el hombro, apretándola con suavidad mientras lo miraba. En respuesta, este se giró, colocando su mano sobre la ajena, dando un apretón en regreso, alzando la cabeza y dedicándole una dulce y emocionada sonrisa. El rubio, sin poder resistirse, se terminó de acercarse al contrario para así tomarle de las mejillas con ambas manos y ser capaz de plantarle un apasionado beso el cual no tardó ni un segundo en ser correspondido. 

Al separarse, ambos se sonrieron, aunque el mas pequeño trataba de regularizar su respiración, pues se había agitado un poco. 

— Pino, no te alejes mucho de mi, ¿Si? Estos lugares son muy peligrosos. 

— Tranquilo Bill, si pude contigo que eres de otra dimensión, puedo con cualquier cosa de la mía. — Dijo guiñándole un ojo junto con una sonrisa cómplice.

...

Luego de un rato el castaño se encontraba bailando al centro de la pista, algo ebrio, mientras su novio lo veía y sonreía. No entendía, como es que se había emborrachado tan solo con un par de cervezas. Además, el menor no era el único que se encontraba ebrio, pues el rubio también lo estaba, quizá un poco menos que el, pero aún así ya estaba alcoholizado. 

— No puedo creer que te embriagaras con dos cervezas Pino. — Decía alzando la voz al contrario para hacerse escuchar entre todo el ruido. El otro parecía no escucharlo, o quizá estaba demasiado enfocado en bailar y mantener el equilibrio como para contestarle a la vez. — Y encima, que siguieras tomando—  Murmuro esta vez.

— Tranquilo dorito... Estaré bien, me siento mejor que nunca...— Contestó difícilmente mientras arrastraba las a, las o y encima no podía pronunciar correctamente las r. El rubio lo miró, comenzaba a preocuparse de que estuviera realmente ebrio ya. Por lo que optó por sacarlo de la pista de baile y llevarlo a sentar. 

Ya en la mesa, con Dipper sentado, Bill lo miró y suspiró, debía darle algo antes de que el efecto del alcohol pasase y comenzara a vomitar. 

— No te muevas de aquí, ¿entendido? Voy a traerte algo para beber, necesitas relajarte un poco.

Seguido de esto el chico respondió con los ojos entrecerrados mientras se apoyaba en la mesa, dándole la espalda a Bill, quien se alejaba poco a poco, dirigiéndose hacía la barra de bebidas. Ya ahí, ordenó un agua mineral con limón y algo de sal. Con suerte y por su experiencia, esto ayudaría a evitarle los mareos al castaño. Pues no quería que el chico vomitase en su auto camino a casa.

Cuando le entregaron el vaso pagó, se dio la vuelta y comenzó a caminar de regreso a la mesa donde se encontraba Dipper sentado. Una sonrisa se formó cuando vio al castaño sentado ahí, obedientemente. Cuando quiso acelerar el paso, múltiples personas comenzaron a amontonarse, bloqueándole el paso, al parecer algo estaba sucediendo y todos querían ver que era. Esquivar a todos iba a tomarle un par de minutos más.

Por su parte, el menor se encontraba sentado en la mesa, con los ojos cerrados a nada de caer dormido. Por lo menos hasta que un ruido lo despertó y la presencia de alguien llamó su atención. Un chico rubio y alto había llegado a su mesa, en dónde se sentó muy cerca de este y le sonrió. La visión de Dipper era borrosa y no podía enfocar bien, por lo que no le dió mucha importancia.

—Te tardaste una eternidad... ¿Dónde está mi bebida?... ¿Podemos irnos a casa?—El rubio río divertido levantándose de la silla y acercándose al menor, al estar completamente cerca le tomó del mentón y lo miró con delicadeza.

—Este no es lugar para que un chico tan lindo como tú este solo y ebrio, ¿Que tal si me encargo de ti un poco?— Al terminar sus palabras sonrió lascivo y coqueto, Dipper por su parte estaba algo perdido en su mundo, aún no lograba descifrar quien era o que estaba pasando. El contrario lo examinó una última vez y entonces le besó los labios.

—Dipper, ya tengo tu...— Una mirada bastó para ver cómo su amado castaño estaba siendo besado por un rubio desconocido. La ira de Bill se desató casi instantáneamente, mientras su corazón se estrujaba y se rompía lentamente, al igual que el vaso de cristal que había dejado caer al suelo antes de abalanzarse a los dos frente a el.


Cabos Sueltos °°° BilldipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora