3. De duelos y treguas

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En la calle, los hermanos Loza y muchos de sus amigos estaban esperándola, haciendo como que estaban allí por casualidad de forma bastante ridícula, hablando entre ellos de tonterías sin sentido.

—Tenéis que mejorar vuestras habilidades de disimulo, pardillos —soltó sin pensar.

Todos inmediatamente rodearon a Roxy en un amplio círculo, con Masías y Jazz Loza encarándose a ella.

—Tu abuelo era una persona muy respetada en Crampón. Y poderosa. Sentimos de veras que haya pasado a mejor vida —dijo Masías. Un instante después, se fijó en el más que visible cambio de aspecto de Roxy—... y sabemos que va a ser duro.

Jazz también miró con buenos ojos el mismo cambio visual (una buena cantidad de negro para lo que ella creía que era conveniente en Crampón) y luego siguió con el discurso que había empezado su hermano:

—Por eso te daremos una pequeña tregua para que te recuperes. No vale la pena darte una paliza si no tienes ánimo para resistirte a ella. Durará poco, sabemos que acabarás provocándonos, y nos lo tomaremos como que ya te has recuperado. Pero que no sea dicho.

Los pensamientos de Roxy fueron desde «no necesito vuestra compasión» a resistir una vez más la tentación de llorar. Tenía que estar loca para creer que esa gente que se pasaba el tiempo libre haciendo la vida imposible a los demás podía ser de confianza para una tregua, pero se lo creyó. Se tragó todos sus comentarios y emociones y asintió levemente con la cabeza, mirando al suelo. Luego, los Loza y sus colegas se fueron con la satisfacción del trabajo bien realizado y Roxy tuvo que seguirles a cierta distancia hasta llegar al colegio.

En esa mísera y soleada aula, la profesora Margot la esperaba, aún sola. Ella reaccionó de otra manera a su cambio de aspecto. Aunque la cazadora de su madre destacaba más, ella se fijó en su pelo recién rapado.

—¿Pero qué te has hecho...? —Roxy la miró un segundo y suspiró, cabizbaja. El significado era demasiado personal—. Siento lo de tu abuelo. Tendrías que estar en casa, recuperándote.

—No quiero estar allí encerrada.

—Vale —dijo, después de unos segundos—. Si necesitas hablar, puedes contar conmigo.

Roxy asintió, mirándola esta vez. Margot era una de las pocas personas en Crampón con las que sería capaz de abrirse, y ni siquiera siendo así pensaba que fuera una buena idea. Sin embargo, apreciaba su apoyo.

Muchos de los alumnos jóvenes y de su edad le dieron su pésame. Ella solo asentía. No le molestaba, simplemente es que no le aportaban ningún sentimiento. Ni siquiera pensaba en su abuelo cuando alguien se lo comentaba. Parecía una fase que soportar con paciencia. Por suerte, las clases no cambiaron y pudo quitarse de la cabeza su situación estudiando.

Cuando volvió a casa, lejos de la cama vacía, el cristal resquebrajado y la puerta del armario partida, nada había cambiado. Roxy sólo tenía que ocuparse de que su hermano no se olvidara de comer (cosa que, debido a su muy delgada complexión, parecía que ocurría muy a menudo). Nerio parecía haber encontrado definitivamente algo por lo que escribir. Los papeles, tirados, usados o en blanco, ocupaban su mesa y su cama. Hacía desde su preparación como Aspirante que no estaba tan metido en su cabeza, sacando su inspiración a relucir. Roxy no quiso molestarle.

—Me has inspirado, hermanita —dijo, sonriendo un poco, mientras cenaban—. Toda esta situación, tu ira... Yo no me puedo expresar como tú, pero entre los dos habéis conseguido que vuelva a componer. Espero que no me dure dos días.

—Ojalá no hubiera sido por esta mierda —se quejó Roxy.

—Los artistas nunca sacan nada bueno siendo felices —sentenció Nerio, a lo que Roxy asintió.

Ascenso [Pokemon SWSH - Roxy]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora