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La verja de la escuela se abrió con un chillido que podría ser de cualquier casa de terror, los pasillos eran rosas con baldosas amarillas que recordaban el camino a la ciudad de Oz y las miradas de los profesores al entrar se sentía como las de un buitre sobre un animal muerto.
Llevaba un ramo de flores "pensamiento", como había dicho mamá que se llamaban, hacía un esfuerzo por dejar de apretar los puños y no asfixiar a las flores, pero estaba nervioso. Nervioso como cuando estás leyendo la lista de las calificaciones y esperas haber pasado la materia.

Había pensado durante mucho tiempo en mostrarle lo que dormía en mi corazón a una persona, y aquel por fin sería el día. Llegué a los enormes jardines del colegio, que eran extensiones de pasto más que otra cosa, y entonces la vi. La chica más bella de todo el mundo.

Selene, su cabello era rubio, llevaba unos zapatos rosas, un vestido del mismo color que la hacía ver más linda de lo normal y sus mejillas rosadas le daban el toque de la auténtica princesa Disney que era.

Miré el ramo de flores una vez más y me dirigí hacia ella. La criatura dentro de mi corazón se movía impaciente y lleno de alegría.

- Espera, tú cabello - me dijo.

Habían pasado horas desde aquella mañana, en ese entonces estaba bien peinado y un noventa por ciento seguro de que me veía bien. Pero ahora seguro luciría asqueroso. No podía entregarle las flores así.
Corrí con vergüenza sobre las baldosas amarillas, tratando de esquivar la mirada de Selene. Una vez en los azules baños, miré mi cabello castaño que estaba en buenas condiciones, aun así humedecí mis manos en el grifo con forma de dragón dorado y me peine nuevamente.

Me miré en el espejo feliz y ansioso de lo que pudiera pasar a continuación. Eché un vistazo a mi camisa azul cielo que llevaba para la ocasión, pantalón azul marino y zapatos cafés; aquella mañana había tomado un reloj de colores de las cosas de papá, el toque me hacía lucir como todo un caballero, de esos que rescatan a las princesas en los cuentos de hadas.

Era el cumpleaños de Selene, y también era la perfecta excusa para darle unas flores, había intentado hacerlo durante meses, pero hoy en día los caballeros de las novelas que tanto adoro se han extinguido. Si regalabas una flor, o los chicos te veían con una en la escuela, todos te tachaban de cursi; en una ocasión busqué lo que significaba esa palabra y me molestó mucho, regalar una flor a un chico o chica, no era algo ridículo, era algo romántico y heroíco.

Salí del baño y cuando estuve afuera decidí entrar una vez más para revisar que todo estuviera en orden conmigo, me sonreí al espejo, era un niño lindo, por supuesto que Selene pensaría lo mismo.

Con el ramo de flores en mi mano y mi corazón queriéndose escapar a cada paso, caminaba con seguridad y un poco de miedo en mi interior. Mi sangre bombeaba corazones y no glóbulos rojos, y antes de que me diera cuenta ya estaba pisando el verde pasto a unos cuantos metros de ella.

La chica estaba sentada con sus amigas y todas voltearon a verme cuando me acerqué. Ahora si era inevitable, me estaba muriendo, era un manojo de nervios, sin embargo, decidí hablar pues supuse que sería más raro si solo me quedaba viéndola a esa distancia.

- Hola... - dije con una sonrisa. - ¿Puedo hablar contigo?

- Claro... - la chica se levantó nerviosa e hizo su fleco de lado, cuando estuvo frente a mi sentí su dulce aroma a vainilla.

- Me llamo Dante - dije nervioso con la mano extendida. Selene estaba incómoda, y aquello volvía todo terriblemente incómodo.

- Selene - dijo con una sonrisa forzada.

No me importaba mucho la incomodo que me pudiera sentir, estaba feliz porque me estaba sonriendo, la chica me tomó la mano y casi sentí que el universo se detuvo para presenciar dicho acto. Era suave y aquello hizo sonrojarme, sabía que ese momento nunca lo olvidaría.

Si te enseño lo qué hay en mi corazón, ¿Te asustarías?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora