Mi vida

593 18 11
                                    

Todo dio comienzo en ese día.
Todo ser humano está condenado a vivir desde el momento en que nace por el mero hecho de haber nacido, pero lo cierto es que la vida sin un motivo por el cual vivirla, no es nada.

Y ese, ese día, encontré el que sería mi motivo de vivir, perdido en el débil llanto que abría los pulmones de una nueva vida.

No, no era mi hija, y de hecho, ni siquiera debería haber estado allí aquel día, ne era bienvenido entre aquellas personas, fue todo una casualidad, una burda coincidencia.

Me acerqué al lugar de donde provenía el sonido, dejando así a Escorpio a cargo del medimago. Mientras caminaba por los largos pasillos de San Mungo miré mi reloj de mano, un aparatejo muggle, regalado por una persona que en su momento fue la más importante para mi, más concretamente, en mi último curso en Hogwarts.

Eran las cuatro de la mañana.

Llegué a la habitación contigua a la que desprendia aquellos chillidos. No pude evitar que mi expresión se volviera seria y fría, su sola presencia criptaba mis nervios. Desvié la mirada, no incomodo, pero no tenía ganas de que me metieran en Azcaban por conjurar un abada. Vi, sentados en unas sillas no muy apartadas de la puerta, a Potter y la la pelirroja, con su descendiente al lado. Esta última me saludo con la mano en silencio, para no despertar al niño que dormia en su regazo. Yo le hize una pequeña y discreta reverencia con la cabeza, aunque me costara admitirlo, era de las pocas leonas que me caían fenomenal, por no decir la única. Ella era distinta a las demás, era alocada, y le gustaba vivir la vida de verdad, es decir, a modo serpiente. Y aún así, no me hacía gracia que se huviera casado con SanPotter, eran demasiado distintos, además, si se huviera casado con Zabini las cosas habrían sido de otra manera....., pero ahora eso ya daba igual, nuestro trato se había reducido al minimo, a un saludo cuando nos cruzabamos a menudo por el callejón Diagón, o cualdo coincidíamos en la taberna de madame Rosmerta, pero nada más, ni una sala conversación. El principal problema era su hermano, la comadreja, una de las pocas personas a las que odiaba de verdad, con todo mi alma, y todo mi ser, hasta tal punto que conseguía hacerme perder los papeles, y eso ya era mucho decir, ya que siempre había sido conocido como una persona con un autocontrol fuera de lo normal.

Potter me miró, se le veía completamente nervioso. Se comía las uñas mientras la Weasley menor le decía palabras tranquilizandoras al oido, pero eso no calmaba su ansiedad, o al menos, eso era lo que se veía reflejado en aquellas esmeraldas que tenía por ojos, pero a pesar de todo, no me miro con disgusto, haber tampoco con amor, pero si con una gentileza poco habitual en el en cuanto a su tranto conmigo, aunque tambien era verdad que entre nosotros se había formado una especie de tregua despues de la guerra, cuando me salvó la vida en la sala de los menesteres.....dios aquello me torturaba tanto que a veces deseaba que me huvieran dejado morir allí para evitar aquel quebradero de cabeza.

Por una parte les estaba muy agradecido, por salvar mi vida, y darme así una segunda oportunidad, por otra, les odiaba por haberlo hecho, porque ahora tendría que estarles eternamente agradecido, y eso era algo que un Malfoy como yo no podía permitirse...., o al menos eso era antes, todo prestigio que antaño habíamos tenido, ahora no era más que cuentos y leyendas, polvo que desaparecía arrastrado por el viento, los Malfoy, conocidos por ser poderosos, ricos, orgullosos, elicistas, con prestigio y distinción, respetados por todos, y envidiados por practicamente el mundo entero, esos Malfoy habían caido en el olvido, ahora eramos repudiados por todos, todos nos odiaban, y nos insultaban y criticaban. A mi padre sinceramente, como buen Malfoy que era, todo aquello le daba igual, pero mi madre, orgullosa como la que más, lo estaba pasando fatal. Había caido en una depresión. Se negaba a salir a la calle, y eso no era bueno para su, siempre delicada, salud, pero tertaruda como la Black que tambien era, no atendía a razones, y eso tambien empezaba a desesperar a mi padre, pero no había nada que hacer. Y para colmo, no quería ni verme, ya que odiaba a Astoria, la que con tan solo 20 años, hice mi esposa aun acosta de la negativa que me dio mi madre. Pero eso no la impedía querer a Escorpio, y esa era la única alegría de su vida. Cuando la veía, sonriendo, cantando y jugando con su nieto, todo desaparecía, la desonra, el deshonor, las faltas de respeto...., en esos momentos no era más que lo que se veía, una mujer mayor, disfrutando de los momentos más maravilosos de lo que le quedaba de vida, intentando aferrarse a ellos, sabiendo que no volverían, intentando agarrarse a la inocencia de aquel niño, que, a pesar de ser tan pequeño, tenía la fuerza de devolverle el brillo a sus hermosos ojos

Primula MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora