14 de febrero de 2019.

59 4 0
                                    

Los rayos de la mañana que se traspasaban por las cortinas fue el principal motivo de su despertar, parpadeó un par de veces seguidas intentando acostumbrarse a la luz y al mismo tiempo quitarse el sueño, cosa que no resultó, así que se decidió por girarse al otro lado de la cama para intentar convencerse  mentalmente de levantarse, topándose de frente con unos ojos verdes con lo observaban curiosos. 

-¿No puedes levantarte?-. La voz ronca de su acompañante daba a demostrar que también acaba de despertar, estiró su brazo izquierdo acariciando el cabello de éste, de manera lenta, sintiendo las suaves hebras en su mano.

-¿Te he despertado? Me estaba acomodando para que el Sol no me molestara, lo siento-.

-Ya estaba despierto, solo estaba esperando que te voltearas para darte algo-. Se talló los ojos un par de veces mientras alzaba una ceja.

-¿Qué?-. La sonrisa ajena le causó un vuelco en el corazón,  y cuando sintió esos labios sobre los suyos, en un beso tierno y a la vez cálido, no pudo evitar pensar que le encantaría despertar todos los días así, separándose luego de unos segundos, para volver a mirarse y luego sonreirse mutuamente. 

-Feliz dia de San Valentín, mi Lovi-. Sus mejillas enrojecieron de golpe y se cubrió con las sábanas para esconder su vergüenza, la cual sólo aumentó cuando el castaño soltó una carcajada que resonó por la habitación.

-No te levantes aún, traeré el desayuno a la cama, después de todo es un día especial-. Asintió aún debajo de las cobijas, después escuchó al otro salir de la cama y sus pasos alejarse lentamente.

Era su momento de actuar.

Abrió con cuidado el cajón de su mesa de noche y buscó entre todas las cosas que había allí hasta que finalmente encontró la caja de regalo que el mismo escondió, sacándola y colocandola en la cama, esperando a que Antonio volviera con el desayuno, cosa que ocurrió unos 15 minutos después.

Cuando el español entró por la puerta, dejó el desayuno sobre el escritorio y se dirigió hacia él para hacer que se levantará y luego comer en el mueble. Sin embargo se detuvo cuando vio el obsequio enfrente suya.

-Lovino… No me digas que...-.

-Si, es un regalo para ti, feliz San Valentín tonto-. El color rojo se arremolino en las mejillas de Antonio y entonces fue su momento de reír, porque había logrado avergonzarle. 

-Anda, no te quedés en shock, ábrelo que no tenemos todo el día.- Saliendo de su ensoñación, España se sentó en la cama y tomó la caja en sus manos, era pequeña pero muy bonita.

Deshizo el nudo del listón que tenía por arriba, sacó la tapa de cartón y luego tomó la otra pequeña caja (esta vez de madera) que estaba dentro de la primera, volteó a verle intentado encontrar en su rostro alguna pista de lo que había dentro, pero solo siguió sonriendo.

Continuó así en la desenvoltura, abriendo la caja de manera lenta, pasados algunos segundos, llevo una de sus manos a su boca, evidenciando su sorpresa.

-Es… hermoso, Romano, no tenías que hacerlo, quedamos que ningún 14 de Febrero nos regalaríamos algo, ahora estoy en deuda contigo.-

Hizo un puchero en su cara y luego levantó un poco la voz.

-¡Nada de eso! Te lo dí por qué cuenta también como un regalo de cumpleaños, ya que estuve ocupado y no pude venir, anda ¡pontelo ya! Que arruinas el momento-. Una vez más el ajeno volvió a reír y finalmente sacó el contenido de la caja, un camafeo de plata, en su primer espacio, una imagen de la Sagrada Familia, el segundo aún se encontraba vacío.

-Puedes poner lo que quieras en el otro lado, te puse a la catedral, para que cuando estés lejos, siempre te acuerdes de tu patria-. La mirada de Antonio se tornó a una enternecida y mientras se lo colocaba, habló.

Y es en San Valentín.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora