Tanjiro lo sabía, su mundo se podía estar derrumbando, pero mientras Inosuke estuviera a su lado, sería invencible.
Porque juntos eran un fuego abrasador, uno que ardería por siempre, arrasando todo a su paso. Un fuego que derretirá el mundo, un fue...
Otra vez corría por las calles con sus ojos llorosos, siendo consciente de todo y nada al mismo tiempo. Nada importaba, tan sólo quería llegar a su cuarto y que las sábanas lo cubrieran cuán infante. Sólo quería un refugio, tan sólo quería un poco de paz.
Chocando contra todos, su cuerpo ya dolía, las piernas acalambradas se movían por la imperiosa necesidad.
Cuando vio su casa en la cercanía, se detuvo, respiró... y sonrió. Sonrió como si no estuviese viviendo un infierno, como si no fuera maltratado a diario, como si no sintiera que moría de a poco, como si no tuviera que limpiar cada día sus heridas, como si no tuviera que fingir y mentir a cada maldito momento. Como si no se quisiera rendir a veces.
Pero recordó por quiénes hacía todo aquello y creyó que todo marcharía un poco mejor, porque dentro de esa casa sí habían sonrisas sinceras, corazones que pudieran seguir sintiendo por él.
Todo estará bien. Pensó.
Y cruzó la puerta.
- ¡Hermano!
Entonces varios pequeños brazos lo rodearon con amor.
Sonrió.
Si lo hacía por ellos, seguiría luchando hasta morir.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Dentro de su habitación se permitió borrar la máscara y destruir la coraza. Se derrumbó contra la cama intentando detener sus pensamientos, no necesitaba más de aquello, pero vio la fotografía que descansaba en su escritorio y todo fue imposible.
Recordó cuándo su vida se transformó en esta batalla constante.
Todo comenzó con unos pequeños síntomas que se expandieron a una enfermedad mortal, los recursos de su familia agotados en medicamentos para su padre. Tanjuro Kamado era un gran hombre, sabio, devoto a su familia; lamentablemente no pudo vencer a su propio cuerpo. Su muerte fue un golpe que casi los hunde.
Con su padre fallecido y su madre haciéndose cargo de seis niños, Tanjiro se vio en la obligación de ser el sustento familiar, tarea difícil en su situación. A pesar de que su madre hacía pequeños trabajos, no era suficiente. Era tan sólo un escolar, ¿dónde conseguiría algo lo suficientemente bueno para mantener a tantas personas? La respuesta no llegó de la mejor manera.
Cuando consiguió su primer trabajo, por fin sintió que las cosas podrían salir bien. Los horarios le eran cómodos y la paga no era mala. Estaban sobreviviendo y, paulatinamente, intentando asentarse.
Todo era favorable hasta que se desmoronó con unas simples palabras. El percance llegó con el llamado de su profesor a cargo, notificando su amonestación por parte de la escuela debido a su infracción a la prohibición de trabajo en etapa estudiantil. Le obligaron a dejarlo.
Consiguió un segundo trabajo. Lo volvieron a descubrir.
Esta vez con la advertencia de si era visto nuevamente laborando sería expulsado de la institución. Algo que no se podía permitir, estudiaba gracias a una beca, no podía perderla, pero tampoco se podía dar el lujo de no obtener ningún ingreso.