—Mira a ese chico —susurra Erick, señalando disimuladamente al sujeto que se encontraba a unos cuantos pasos de ellos—, tiene un piercing en el labio inferior. ¡Se ve tan guay!
—Un piercing —murmura con miedo, pero sonriendo al ojiverde que se encuentra comiendo un helado de fresa.
No es fan de aquellos accesorios, pero si así lo desea Erick, él se hará uno. Justo donde le ha gustado a su amigo.
—Joey... —llama tiernamente el muchacho.
—¿Qué pasó?
—¿Por qué estás cambiando? —pregunta con cierta tristeza mirándolo a los ojos, pero antes de que responda el mayor, Erick sale corriendo de aquel parque.
—Lo hago por ti —contesta, dejando su respuesta al aire.
***
Joel acaba de encontrar un establecimiento especial para realizar el siguiente paso.
En el mostrador hay una chica que no ha de pasar los veinte años, con cara de odio a todos, pero con un estilo muy diferente al suyo.
Tiene tatuajes hasta en la mejilla.
Qué dolor.
—Hola, ¿cuánto cuesta poner un piercing? —pregunta decidido.
Pimentel no tuvo que esperar mucho para tener lo que había pedido. Paga lo que corresponde con una sonrisa, y le sorprende que la chica corresponda.
—Eres muy lindo —comenta.
—Gracias, tú tienes un estilo... único.
—Lo sé.
Se despide de la dueña del lugar y trata de no pasar la lengua por su labio, aunque se esté muriendo de ganas por hacerlo.
Esta vez espera que Erick comente algo sobre su nuevo cambio.
Al fin de cuentas, lo hace por él.
***
¿Acaso no te han dicho que te ves mejor manteniendo tu propio estilo?
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