Capítulo 18 - La prisionera

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Hemos pasado por muchas cosas, nos encontramos con un fantasma, una vieja loca, mansiones embrujadas, extraños rompecabezas, pasadizos secretos, aquel cementerio, el esqueleto y esa persona que nos vigila secretamente para en cualquier momento atacar. No podemos detenernos aquí. Debemos continuar.

Ya hemos revisado todas las casas, aunque no encontramos nada que nos sirviera de ayuda. Ahora sólo nos queda revisar los edificios restantes que incluyen una iglesia, la cantina y una peluquería. <<Vaya... Charles si que complacía a la servidumbre>>
— Vayamos a la cantina, necesito un trago. - Bromea y camina hacia las puertas de aquel lugar y yo sigo sus pasos.
Al entrar a la cantina nos encontramos con varios barriles y comida descompuesta. <<Dios,¡que asco!>> El lugar está desordenado, parece como si toda la ciudad hubiese venido aquí y hayan armado una gran fiesta. Todo está patas arriba.
— ¿Hay alguien aquí? - Dice Sara, toca la campanita que está en la barra y suelto una pequeña risita.
Ella es muy extraña, algo bipolar. En un momento está triste, nerviosa, histérica... y al otro está feliz y haciendo bromas. ¿Qué le pasa? Si sigue así terminará en un manicomio.
Sin darme cuenta comienzo a reírme de mis propios pensamientos.
— Mira lo que he encontrado. - Me dice Sara y me muestra dos botellas de vino, al parecer de uva. — Son de 1888.
- Oh... Tiene varios años. Mejor deja eso ahí y Sigamos nuestra búsqueda. - Sara obedece.
Comenzamos a revisar cada esquina, cada parte, cada lugar de aquella cantina.
Encontramos algunas cerillas y una soga que estaban en una de las muchas cajas que hay en la esquina de la entrada. Aún no hemos terminado de revisarlas todas.
Estamos vaciando todas las cajas. Sobre el suelo, nos hemos encontrado algunas pertenencias de los criados como relojes, pulseras, anillos etc.
— Mira Anna, creo que he encontrado algo. - Dice, mientras saca de una de las cajas, un paquete envuelto en papel y sopla sobre él para quitarle el polvo.
- Toso — Sara ten más cuidado!.
— Lo siento. - Se disculpa y comienza a rasgar el papel. — ¡Son fotografías antiguas!
— Déjame ver. - Le quito de las manos aquellas fotografías y las esparzo por el suelo para tener mejor vista de ellas. — ¡Son fotografías de los empleados de la mansión!
Al voltear las fotografías podemos ver los nombres de las personas que en ellas aparecen, muchas de las fotos están estropeadas y un poco amarillas por el tiempo que llevan guardadas.
Hay una de ellas que llama mi atención y la tomo.
— ¿Qué pasa? - Me pregunta Sara.
— Es está foto...
— Quiero ver. - Se arrastra hasta mí y se coloca a mi lado observando atentamente aquella foto. — ¿No es ese el anciano del motel?
— Si, eso pensé. - En la foto hay un anciano, es justo como lo recuerdo, gordo y bigotudo. Pero... — ¿Quién es este niño?
A la derecha de aquel señor había un pequeño niño tomando su mano, al parecer, es su hijo.
Le doy la vuelta a la fotografía y leo lo que lleva escrito.

Septiembre de 1962:
Nuestro querido Harry y su hijo de 10 años.

— No dice el nombre del pequeño.
— ¿Pequeño? Si es de 1962 el "pequeño" ya ha crecido y tiene treinta y ocho años. — Se mofa Sara.
- ¿Treinta y ocho? - De pronto me viene a la cabeza una idea absurda, es mejor no comentarla. — Guardaré esta. - Echo a la mochila aquella foto y guardo las restantes en la caja.
Sara aún sigue rebuscando entre las cajas y de una de ellas saca un revolver. De pronto dirige su mirada a la mía, sé que está pensando.
— Lo llevaremos. - Asiento. — ¿Tiene balas?
Abre el estuche y comprueba.
— No, pero igual nos sirve. - La coloca dentro de su mochila.
— Vale.
— A pesar de todo, aquí hemos encontrado algo. - Se levanta del suelo y toma su mochila.
- ¿Lo dejamos así? - Le pregunto a Sara al darme cuenta de como hemos dejado la cantina, peor de cómo estaba antes.
— No creo que a nadie le importe.
— Tienes razón. - Me ayuda a levantarme y me sacudo el polvo de la ropa, que por cierto... es nueva, y ya está cubierta de agujeros gracias a los clavos sueltos que hay por ahí.
— Sólo nos queda la peluquería.
— Algo bueno después de todo. - Digo y ambas soltamos una carcajada.
Quedamos mirándonos en silencio por unos minutos hasta que yo hablo.
- Tomo fuerzas y... — Lo siento.
- Suspira. — Lo sé. - Y sonríe.
Salimos de aquel lugar lleno de vino y cosas viejas para dirigirnos a la hermosa peluquería Hair's o al menos eso decía el cartel de la puerta.
Nos paramos frente a ella y comprobamos si se podía entrar.
— Hay que poner una contraseña. - Me informa Sara.
— ¿Otra más? ¡Pff! - Resoplo.
— ¡Dios! Son nueve números. 
— ¿De dónde sacamos ahora esos malditos nueve dígitos?
La pequeña yo que llevo dentro me da un fuerte golpe en la cabeza y me hace recordar.
— ¡Los nueve dígitos! - Exclamo. - Los que se hallaban en el documento de la entrada, bajo aquellas tablas.
— ¡Ah! Tienes razón. ¿Los tienes?
— Por supuesto, lo anoté en mi diario.

*Hojeo *Hojeo *Hojeo *Hojeo...

— Aquí está. Márcalo: 005 322 156.
— Listo.
- ... — No pasa nada. - Digo.
Sara toca un pequeño botoncito rojo que está a la izquierda de los números y la puerta se abre.
— Ay, que suerte... Pensé que tendríamos que buscarlos por ahí lo cual no me gusta. - Sara se ríe de mí comentario. — ¿Entramos? - Sara hace una reverencia y entra en la peluquería. 
— Anna, tienes que ver esto. - Al oírlo entro inmediatamente y quedo en shock.
Habían cuerdas que salían de todas partes y terminaban encima de una silla de peluquería, habían muchos grilletes también. Lo cual significaba que...
— Alguien fué aprisionado aquí... - Digo en voz baja aunque sé que Sara me ha escuchado.
Ambas nos miramos rápidamente y gritamos al unísono.
— ¡Rose!







The Diary of Anna [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora