Capítulo II

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El olor a muerte que emanaba desde las grietas de esa puerta... —Suspiré. Tomé con mi mano derecha el húmedo y frío manubrio, tenía la respiración descontrolada, no paraba de temblar, mi corazón se aceleraba más y más –Abrí la puerta. Me costó creer lo que vi, ese lugar estaba algo oscuro, había sangre derramada en todo el suelo, las paredes estaban quemadas, como si hubiera pasado un incendio, el techo estaba repleto de fisuras, en el medio de la habitación había una silla metálica oxidada, vi a mi abuela sentada ahí, parecía que quería escapar, no entendía por qué no lo hacía, pues no estaba atada, no paraba de agonizar, se retorcía de dolor. Se encontraba con uno de sus brazos amputado, su sangre se derramaba desde sus orejas, sus labios cortados y extremidades golpeadas. Por alguna razón seguía ahí parado sin hacer nada, mientras que ella sufría, sentía que algo más estaba en la habitación, aunque no logré ver nada más. Nuestras miradas se cruzaron, ella dejó de gritar y puso toda su atención en mí, su respiración era agitada, tardó un breve instante para poder pronunciar una sola palabra, sus heridas se iban abriendo más y más cada vez que separaba sus labios cortados, parecía aterrorizada y dijo mientras su sufrimiento aumentaba: ¡Hu-huye! –Dijo temerosa. ¿Estoy destinado a ver como las personas más cercanas a mí sufren en este lugar? –Me pregunto dolido. Otra vez sin poder hacer nada, aún miraba a mi abuela preguntándome si debo ayudarla o simplemente irme porque me dice que lo haga, estaba totalmente asustado, no sabía que podía hacer, ayudarla era lo que quería, librarla de ese dolor era lo que quería, romper esas cadenas imaginarias era lo que quería, limpiar y sanar sus espantosas heridas era lo que quería, pero, ¿por qué esta vez no hice lo que quería?, ¿qué pasó con la valentía con la que entré a este lugar?, NO LO SÉ –Grité. ¿Qué estaba pasando?, cómo podría saberlo, cómo podría...

Miré sus ojos llenos de lágrimas, no lo soporté, salí de aquella habitación sombría y me dirigí lo más rápido posible a la diminuta puerta que había visto antes. En lo que escapaba miré atrás, y estaba ahí, la sombra que había visto con mi madre y mi hermana estaba justo ahí, en frente de mi abuela, no me detuve, no me detuve a ver lo que iba a pasar y me enfoqué en cruzar la pequeña puerta a la que me dirigía, esta vez no dudaré, entraré –Y eso hice.

Había cruzado la puerta y no lograba ver nada, todo estaba oscuro, no sentía mi cuerpo, era como si estuviera flotando en el medio del mar, se sentía tranquilo y cálido. Sólo sabía una cosa, y era que ya no se escuchaban los gritos. Pensé que habían pasado años mientras estaba repleto de oscuridad, pero en verdad pasó un instante desde que volví a ver algo, me encontraba en un tren, era más grande de lo normal, me hacía sentir pequeño, a pesar de que no podía ver o sentir mi cuerpo, sólo podía mover la cabeza de un lado a otro. Los vagones se veían como las habitaciones en las que me encontraba, se veía todo muy iluminado, aunque no podía moverme de mi asiento, se veían a lo lejos, estaba solo ahí, entonces, concentré mi mirada en la ciudad que se veía a través de la ventana, estaba tan distraído con lo que estaba viendo que olvidé por completo que no habían ventanas con el exterior donde me encontraba antes de la oscuridad.

Los recuerdos de las habitaciones se hacían difusos, poco a poco iba olvidando lo que había vivido en ese lugar, mientras miraba la ciudad por la que pasaba ese tren. Quería acercarme, el simple deseo de moverme hizo que atravesara esa ventana, era como si todo se moviera en cámara lenta, mas no me había percatado de que aún no tenía cuerpo, iba ascendiendo al claro y brillante cielo, vi los reflejos de pequeños vidrios rotos en frente de mis ojos cada vez que miraba directo al sol, ahí recordé lo que había pasado y que este cuerpo ya lo había visto antes, era yo aquella sombra blanca que veía en ese espantoso lugar. Dejé de ascender y empecé a descender desde lo más alto, sentí que las cosas me dejaban de importar, pero sólo lo estaba olvidando todo, la única imagen que quedó en mi cabeza era sobre un dibujo, que parecía que lo había hecho un niño pequeño con crayones, una casa en el medio del campo con tres gallinas muertas.

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Nota del autor
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Tres Gallinas Muertas © [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora