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17 / 9/ 14 - 12.30 AM

Mi mirada vagaba sin rumbo por Trafalgar Square, la plaza en la cual se encontraba mi nuevo apartamento, en el cual iba a vivir –o eso esperaba- por mucho tiempo, este -ojala- iba a ver mis próximos 6 años de estudios.

Inglaterra había sido mi sueño desde pequeña y aquí estaba, cumpliéndolo. Mis escasos 15 años –casi 16- no impidieron que me concedieran una beca en uno de los más prestigiosos institutos de todo Londres, St Paul’s High school, un instituto privado con plazas muy reducidas en el cual una de esas plazas presentaba mi nombre.

Mis rodillas tiemblan de los nervios causados por esta nueva experiencia que ha comenzado apenas 6 horas antes, cuando me embarcaba en el avión destino a mi nueva ciudad residencial.

Charline, mi  agente inmobiliaria, una mujer de unos escasos cuarenta años, me dirige por todo Trafalgar Square con una maleta de proporciones desmesuradas, diría más grande que yo, cosa difícil debido a mi altura, pero no me alejaría tanto de la realidad. Me he traído únicamente lo necesario para un mes, el cual es el periodo que van a tardar mis padres en enviarme todas mis cosas, muebles, ropa, zapatos...Etc.

La mujer abre un portal de puertas marrones oscuras y por lo que parece costarle abrirla intuyo que es maciza o muy antigua, o en su defecto ambas, y me cede el paso con un ligero movimiento de cabeza, todo esto acompañado de una sonrisa que no ha abandonado su cara en ningún momento desde que se ha presentado.

El decorado interior me hace ver que mi intuición no ha fallado y que, por lo que veo, es un edificio antiguo decorado por imponentes y blancas paredes sujetadas por columnas que acaban en un alto techo, blanco también; el hall constituye de dos sofás color marrón chocolote en un material que parece intentar imitar piel sintética -pero que se queda en el intento- una pequeña mesa de madera entre ambos sofás, un mostrador en el cual se encuentra un señor vestido de azul marino entero y a su izquierda una fila de buzones enumerados, por lo que supongo, son los pisos.

La mano de Charline se coloca en uno de mis omóplatos y me empuja ligeramente para dirigirme hacia un ascensor que me parece demasiado moderno para la decoración presentada en el edificio, pero no pienso poner queja, seria estúpido contando que por lo que tengo entendido mi apartamento se encuentra en el piso 5, pisos que, un día común, subiría a pie sin protesta alguna, pero que para cuando venga del instituto, cansada, esas escaleras no serian especialmente de mi agrado.

El ascensor  frena marcando en una pantalla el piso quinto, las puertas se abren y tras salir Charline yo la sigo a paso rápido empujando mi enorme maleta rosa –el cual, por cierto, es mi color favorito- y paro cuando ella frena ante una puerta de color blanco, tal como las otras 2 que se encuentran en el mismo piso que el mío.

Mete su mano en su enorme bolso beige de Michael Kors y saca un conjunto de llaves, 4 llaves lo constantan para ser exactos, y una de ellas mas grande que las demás es la que Charline usa para abrir la puerta.

En cuanto la abre mis ojos viajan por todos lados, para ser tan antigua la fachada y el hall, el apartamento es de lo más moderno que había visto en mucho tiempo.

Constaba de un concepto abierto, en el cual el salón y el comedor  compartían espacio y lo único que les separaba de la cocina era una pared con un hueco para la puerta - la cual no habia- y un enorme ventanal sin cristal que hacía que las tres partes se conectaran, y las cuales constataban de un mobiliario muy moderno.

Un pasillo -ni muy largo ni muy corto- en frente de la puerta llevaba hacia lo que suponía serian las habitaciones y ahí había tres puertas que por lo que venia en el  folleto eran dos habitaciones y un baño, el principal.

The Big Ben {H.S au}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora