Mar de copas

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El clima es bastante lúgubre, pues el pequeño bar que frecuentaba últimamente siempre estaba en el mismo tono oscuro; con una atmósfera íntima y sensual que me hace sentir cómoda a pesar de la situación. Pequeñas mesas, en las que solo hay parejas coqueteando, adornan el lugar; la luz tenue brindada por las lámparas en forma de vela logra darle un toque místico a todo; la música suave logra trasportar a todos los presentes a sitios maravillosos.

Menos a mí.

Sentada en la barra todo parece más fácil, incluso bajar el nudo en mi garganta con cada trago de vino barato que llevo a mi boca. Doy vueltas al líquido en la copa, repitiendo una y otra vez la triste escena en mi cabeza. Sé que debo olvidarlo todo, sé que no debo torturarme de esta manera; pero al cerebro le gusta jugar con el corazón de maneras espantosas.

—¿Puedo invitarle una copa? —La voz profunda a mi lado es totalmente desconocida para mí. No estoy de humor para coqueteos, no estoy de humor siquiera para una conversación ordinaria.

—Esta aún está llena —replico fríamente sin ánimo de parecer educada.

—En algún momento tiene que acabarse —responde el extraño con un dejo de risa en su voz; sigo negándome a verlo, no quiero darle ni el más mínimo signo de que puede continuar su charla—. Puedo esperar a que la termines, incluso podríamos comenzar una charla mientras espero por el placer de invitarte tu próxima copa.

—¿Con esa tontería logras llevar mujeres a tu cama? —inquiero con desprecio, quiero que entienda que no estoy de humor, que no lo quiero cerca y que más le vale irse cuanto antes.

—Prefiero pensar que lo hago gracias a mi encanto natural —replica tan rápidamente que me deja impresionada, casi me hace reír, pero mi tristeza y dolor son más grandes.

Sin poder evitarlo fijo mi vista en él por primera vez. Un pelirrojo de ojos azules, y hermosa sonrisa, me devolvió la vista.

—Sabía que tenías ojos hermosos —dijo cuando nuestras miradas chocaron por primera vez.

—Sabía que eras un idiota más —replico. Quiero desviar la vista; pero, en lugar de eso, lo recorro con ella por completo.

Él viste de traje azul oscuro; camisa naranja muy clara que hace juego con su pelo, sin corbata y con los 2 primeros botones sin abrochar; sus ojos brillantes parecen centellear en el oscuro bar; las mejillas llenas de pecas, casi imperceptibles por el ambiente, lo hacen ver incluso inocente; su cabello está revuelto, lo que lo hace parecer sexy y le da un toque sensual, casi erótico en realidad; todo esto agregado al vaso de whisky en su mano le da el toque perfecto de elegancia.

—¿Te gusta lo que ves? —inquiere subiendo una ceja tras dejarme inspeccionarlo.

—Una cara bonita la tiene cualquiera. —Fue toda mi replica antes de volver a mi copa.

—Pero un cuerpo caliente, no. —No quise hacerlo, pero reí ante el comentario. Ese era un hombre tonto—. La verdad hay que decirla: eres una mujer hermosa, con un cuerpo muy caliente.

La voz de ese hombre es demasiado lasciva para ser real; parece que le hace el amor a cada sílaba, y cada una de ellas lo disfruta al extremo. Sus ojos me hacen sentir que me desnudan lentamente, pero no se apartan de los míos. Incluso tiene el descaro de mojar sus labios con la lengua más lentamente de lo necesario. Desvío mi vista de nuevo a mi copa pensando que quizás eso le haría entender que deseaba que se fuera. Pero él continúa como si nada.

—Soy Nicolás. —Se presenta con una sonrisa, extendiendo su mano hacia la mía, pero vuelvo a ignorarlo—. Tú puedes llamarme Nick —continúa, bajando su mano, sin dejarse amilanar por mi obvio mal humor y mi falta de modales.

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